jueves, 13 de marzo de 1997

Soberanía ¿Para Quién?

 Pulso Económico


Soberanía ¿Para Quién?


Por: Jonathan Heath®


El hecho de que los Estados Unidos someta nuestro país a un juicio para certificar nuestros esfuerzos en el combate a las drogas es, sin lugar a dudas, denigrante, humillante y nada amistoso.  ¿Quién es Estados Unidos para tomarse tal atribución?  Este reclamo de millones de mexicanos se ha escuchado por todos lados y ha aparecido en una gran cantidad de columnas, artículos y editoriales.  Podríamos afirmar tranquilamente que es una opinión unánime.
Dentro del tema, uno de los puntos que más se han discutido es el de la soberanía.  La controversia se concentra en el hecho de que el proceso de certificación es una violación directa de nuestra soberanía.  El discurso oficial lo ha subrayado.  La Secretaría de Relaciones Exteriores ha protestado el proceso precisamente en defensa de nuestra soberanía.  Sin embargo, este punto en especial es el que menos les ha importado a los norteamericanos, que como siempre, se sienten por arriba de los demás.
Algunos han cuestionado esta defensa, argumentando que es meramente convenenciera, es decir, se ha utilizado únicamente cuando nos conviene y se ha abandonado o ignorado si las circunstancias lo ameritan.  En su columna de ayer, Sergio Aguayo desarrolla hábilmente este punto de vista y resalta algunas de las inconsistencias.
En sí la soberanía es el poder de tomar uno sus propias decisiones, sin que alguien ajeno ejerza influencia o presión sobre el proceso mismo.  Por su naturaleza es un concepto de poder, según el cual soberanía significa tener dominio pleno.  En el sentido político, soberanía significa tener el control total sobre todos los asuntos del país.  En el sentido económico, significa poder determinar el rumbo del gasto y tener el dominio sobre la economía.
Un país tiene soberanía plena cuando es independiente y su gobierno tiene todas las facultades para imponer leyes y definir el rumbo que lleva.  Sin embargo, si el gobierno no es democrático, es decir, no es elegido por la mayoría de la población, entonces la soberanía la tiene el gobierno pero no el país.  Los gobernados no tienen el poder de regir sus destinos a través de elecciones abiertas, sin más bien su destino les es impuesto por un gobierno no representativo.
A nivel económico, un país es soberano cuando tiene suficientes recursos propios para poder decidir su futuro.  En cambio, si tiene que depender de capital foráneo o de tecnología extranjera para progresar, entonces la soberanía se ve reducida.  Muchas veces se ha utilizado la soberanía como la justificación de la pobreza.  Somos pobres pero soberanos.  Tomamos nuestras propias decisiones.  Preferimos ser pobres que sujetarnos a los términos impuestos por el extranjero.  Cuando ya no podemos continuar los pagos del servicio de la deuda externa, nos escudamos en la soberanía como justificación para ya no pagar.
Sin embargo, el ciudadano medio está mucho más interesado en su propio bienestar que en un concepto abstracto como es la soberanía.  En muchos casos, somos capaces de sacrificar un intangible como es la soberanía, si es que podemos mejorar nuestro nivel de vida, lo cual es bastante tangible.  Para la persona común y corriente, la soberanía puede ser un concepto muy alejado que no hace mucho sentido si uno no tiene ni para comer.  La soberanía empieza a tener sentido cuando uno empieza a acumular riqueza.
En consecuencia, la soberanía es un concepto de dominación que tiene más que ver con los grupos de poder como el propio gobierno y los grandes empresarios.  Para ellos, soberanía significa control y dominio.  En el momento en que ellos pierden soberanía, pierden poder.  Por lo mismo, el gobierno siempre busca convencer a la población entera de la importancia de la soberanía.  No obstante, mayor soberanía para el gobierno, no se traduce en mayor soberanía para la población.
Inclusive, un aumento en la soberanía puede llegar a disminuir la habilidad de la mayoría de la población para incrementar su bienestar.  El ejemplo clásico se da en una economía cerrada en la que el gobierno impone tarifas  y cierra la frontera al libre comercio, todo en nombre de la soberanía.  Sin embargo, aumenta únicamente la soberanía del gobierno, es decir, su control y dominio sobre los demás, pero la población tendrá menos oportunidades de encontrar empleo y de generar una mayor riqueza.  Cuando un gobierno toma decisiones relacionadas con la soberanía, no lo hace pensando en la población, sino más bien en términos de su habilidad de mantener o incrementar su poder.
La estructura misma del sistema político mexicano está basada en mantener el control dentro de un grupo relativamente pequeño, una élite política.  Dentro del sistema existen intereses creados sumamente arraigados que tienen que ver con control, dominio y poder.  Hay demasiado en juego como para ceder el poder y por lo tanto, las decisiones tienden a afirmar o a consolidarlo.
Es bien conocido que el narcotráfico maneja grandes cantidades de dinero y de poder.  Cuando el gobierno invoca la soberanía como argumento para dejar de cooperar con los gringos en la guerra contra el narcotráfico, debemos cuestionarnos a fondo, ¿a qué soberanía se refiere?  O bien, soberanía ¿para quién?  ¿Para la mayoría de la población?  Lo dudo.  La gran mayoría de nosotros no salimos perjudicados ni nos sentimos menos soberanos.  Sin embargo, el gobierno sí pierde porque empieza a ceder el control y disminuye sus oportunidades de hacer negocio, de mantenerse indefinidamente en el poder.
Parece ser que una buena parte de la discusión llega a ser soberanía versus impunidad.  La gran mayoría de los mexicanos nos sentimos frustrados por la impunidad que existe en nuestro país, por la falta de justicia y por la poca influencia que tenemos en cuanto a la elección de nuestros gobernantes.  Tampoco queremos que el gobierno ceda soberanía al extranjero.  Sin embargo, si la soberanía es cuestión de mantener un poder que corrompe y que no permite mejorar el bienestar de la mayoría, preferimos ceder soberanía que otorgar impunidad.
El poder debe ir de la mano con la responsabilidad.  El abuso del poder debe ser castigado.  Sin embargo, el narcotráfico está invadiendo a las estructuras mismas del gobierno.
No debemos utilizar la soberanía como pretexto para permitir la impunidad.


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