jueves, 13 de febrero de 1997

Interés Negativo, Pero Elevado

 Pulso Económico


Interés Negativo, Pero Elevado


Por: Jonathan Heath®


Durante los cinco años desde que se reprivatizó la banca comercial, se ha estado discutiendo el tema de las tasas de interés.  En general, ha existido mucha inconformidad acerca del nivel tan elevado y su impacto negativo en la actividad económica, las finanzas familiares y el endeudamiento empresarial.  Los nuevos dueños han querido reponer su inversión rápidamente a través de préstamos onerosos en compensación por el elevado precio que pagaron por los bancos.  Sin embargo, la tasa de interés tan alta ocasiona quiebras y cartera vencida, obstaculiza el crecimiento económico y le resta competitividad a las empresas.

Se ha criticado al Banco de México por instrumentar una política monetaria demasiado restrictiva, que ha ocasionado que las tasas de interés sean muy elevadas.  A su vez éstas han atraído capital del exterior, apreciando la moneda más allá de lo que conviene.  Sin embargo, un examen de la trayectoria de las tasas de interés a través del último año y medio indica que han estado bajando en forma consistente.  Inclusive, hace dos días la tasa del Cete a 28 días, que es considerada como “líder”, alcanzó su punto más bajo desde diciembre de 1994 al registrar 19.69 por ciento.  Ha llegado a un punto tan bajo que inclusive ha empezado a llamar la atención.

El martes pasado, Sergio Sarmiento escribió su columna “Jaque Mate” sobre el tema de las tasas de interés.  Mencionó que por primera vez desde febrero de 1994, los Certificados de la Tesorería (Cetes) están ofreciendo un rendimiento real negativo, es decir, un rendimiento menor a la inflación.  Dice que esto no deja de sorprender dado que existe la idea de que las tasas son excesivamente altas.  Ya a este nivel, se puede eliminar esta “noción convencional” que se repite por costumbre más que por atención a la realidad.  Según el artículo, parte del problema es que estamos acostumbrados a ver el costo del dinero en términos nominales y no reales, esto es, descontando la inflación.

No obstante, antes de emitir un juicio tan inexorable, debemos aclarar varios conceptos.  Para poder calcular la tasa de interés real en un momento dado, no se puede tomar la tasa de mediados de febrero y restarle la inflación de enero.  No tiene nada que ver una con la otra.  Cuando un inversionista toma la decisión de comprar un Cete, la tasa de inflación relevante es la de los siguientes 28 días, no la inflación del mes pasado.  En este sentido, el inversionista ve la tasa de interés real esperada, que es igual a la tasa nominal menos la inflación “esperada” durante los siguientes 28 días.

Para poder evaluar el rendimiento real, lo que hacemos es calcular la tasa real “ex-post”, que significa después de haber concluido el periodo de madurez de la inversión.  La tasa de inflación del 2.6 por ciento de enero se debe comparar con la tasa de interés que existió al principio de mismo mes, que fue 25.71 por ciento de la primera subasta del año (equivalente a 2.14 por ciento para el mes).  En forma simplista, esta cifra significa aún una tasa de interés negativa, es decir, un rendimiento menor a la inflación del mes.  Sin embargo, es mucho menos negativa que el cálculo que menciona el articulo.

La siguiente aclaración es que no es la primera vez desde febrero de 1994 que los Cetes han otorgado un rendimiento real negativo, como lo afirma el colega.  Haciendo bien el cálculo, resulta que hubo rendimientos negativos en cada uno de los primeros cuatro meses de 1995, así como en enero, abril y diciembre de 1996.  No es anormal observar un rendimiento real negativo en un mes dado, especialmente en los de inflación típicamente elevada como son enero y diciembre.  En 1995, los rendimientos negativos obedecieron a que por más que subieron las tasas de interés durante los peores meses de la crisis, no fue lo suficiente para compensar la inflación tan elevada.  En 1996 hubo un rendimiento negativo en abril, como resultado de una inflación anormalmente elevada como consecuencia del aumento en el salario mínimo y ajustes extraordinarios a los precios de la gasolina y la electricidad.

Por último, conviene aclarar que la queja de intereses muy elevados no se refiere a las tasas que pagan los Cetes, también llamada tasa de depósito.  Esta tasa es la que recibe el ahorrador.  Más bien, los empresarios y demás analistas se refieren a las tasas que cobran los bancos al otorgar un crédito.  La diferencia entre la tasa del crédito y la tasa de Cetes es el margen financiero.

Nuestro problema de tasas elevadas tiene muy poco que ver con la tasa de los Cetes y tiene todo que ver con el margen financiero que cobran los bancos.  Este margen es elevado como consecuencia de una mala administración bancaria, que no ha podido elevar la eficiencia ni reducir eficazmente los costos.  Es resultado de una falta de competencia que debería presionar a la baja este margen.  Es consecuencia de la cantidad desproporcionada de cartera vencida que mantienen los bancos, que les obliga a cobrar una tasa mayor a los que sí pagan bien, para compensar la falta de pago de los morosos.

Un análisis detallado de las tasas de interés promedio (tanto de depósito como de crédito) muestra claramente que los bancos han aumentado su margen a partir de la privatización.  Las razones son que la privatización no trajo un aumento adecuado en la competencia, los nuevos administradores no tenían la experiencia necesaria, se cometieron muchos errores al asignar crédito sin un análisis de riesgo adecuado y los bancos fueron adquiridos a un precio excesivamente elevado.  Si queremos disminuir las tasas excesivas, no basta con reducir la tasa de los Cetes, dado que el problema es mucho más complejo.  En principio, el camino es fomentar en forma proactiva una mayor competencia entre los bancos.

En este sentido, no podemos eliminar la noción convencional de que en México las tasas de interés son excesivamente altas.  Es un hecho irrefutable: en México las tasas de interés que se otorgan para el crédito son exageradamente elevadas, constituyen un lastre para la recuperación económica y nos resta competitividad.

Este hecho no se repite nada más por costumbre, sino por atención a la realidad.


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