Pulso Económico
Un Caso Exitoso de Privatización
Por: Jonathan Heath
La semana pasada, la revista inglesa The Economist publicó un artículo sobre el revés generalizado que empiezan a sufrir las políticas de reforma en América Latina. Más que a un fracaso del proceso de reforma en sí, la revista se refiere a un cambio en la actitud de los políticos.
Esta contrariedad no es un tropiezo atribuible a un cambio en la ideología de los políticos, sino más bien una respuesta de la mayoría de la población, a un sentimiento de fracaso en sus alcances.
The Economist no es la primera revista que toma el punto, sino más bien se está uniendo a un grupo creciente de analistas que han observado este fenómeno. En este mismo espacio ya hemos comentado el tema en un artículo titulado “El Síndrome de Fatiga Ante la Reforma” (octubre 21). Resulta sumamente preocupante la falta de apoyo popular para continuar y terminar las reformas políticas y económicas necesarias para nuestros países.
Sin lugar a duda, México es uno de los países que más está sufriendo esta fatiga. Después de una década de aplicar medidas de cambio estructural encaminadas a modificar el modo de operar de la economía, la sociedad en general está muy desilusionada con los resultados. Las promesas se fueron desvaneciendo con el tiempo, hasta culminar con la devaluación de diciembre de 1994, que fue el golpe final a la confianza pública y la credibilidad en el Gobierno para sacar adelante al País.
En términos generales, la política económica del Presidente Zedillo parece ser la correcta. La necesidad de mantener el rumbo y seguir adelante con el proceso de reformas es esencial para el buen desempeño de la economía mexicana. Como sociedad, hemos pagado un precio muy elevado para llegar a donde estamos.
Hemos sembrado mucho, pero sin poder cosechar. Todo parece indicar que si mantenemos el rumbo y terminamos las últimas reformas necesarias, pronto empezaremos a obtener los resultados que tanto hemos anhelado. En otra palabras, podemos empezar a cosechar.
Sin embargo, ya hemos probado los primeros beneficios de un país democrático y no aceptaremos dar marcha atrás. Esto nos lleva a un dilema. La democracia significa que el rumbo lo determina la mayoría. Si la mayoría no está convencida de la necesidad de más reformas, entonces se complicará aún más su aplicación futura. Si el Gobierno insiste en instrumentar las reformas necesarias simplemente porque está convencido de que lo que hace es lo correcto, sin buscar el apoyo popular y un mayor consenso, puede fracasar en su intento y perjudicar el avance económico.
Hoy en día estamos entrando a la etapa difícil de las reformas económicas. Como consecuencia se debe convencer a la mayoría de que el rumbo actual es el más adecuado. Ya no se pueden prometer resultados ni pedir más sacrificios a un pueblo que ha vivido de promesas vanas por un par de décadas y que ha sacrificado todo. El Gobierno necesita convencer a través de resultados concretos y no de ilusiones vacías.
En este sentido, se tiene que cambiar la atención de los medios de comunicación y de la sociedad en general, sobre los fracasos y resultados vergonzosos de los casos negativos, para subrayar y señalar los casos exitosos de la privatización. Estos si existen y son en general convincentes.
Un excelente ejemplo de un caso exitoso es el de acero. Es fundamental hacer del conocimiento público que a partir de su privatización en 1991, el desempeño de la industria siderúrgica mexicana ha sido muy positivo. Ha mejorado considerablemente su posición competitiva y ha escalado en su posición mundial como país productor. Las empresas han realizado una reorganización administrativa y modernizado sus plantas a través de una inyección importante de inversiones realizadas durante los últimos años. Han pasado por la etapa difícil de reducir su planta laboral y han transformado una industria que se consideraba vieja y de bajo rendimiento, a una gran potencia del mercado exportador mexicano.
A partir de su privatización, la producción de acero ha crecido a un ritmo promedio de 10.9 por ciento anual, mientras que la producción mundial se ha incrementado en 0.4 por ciento anual. En el periodo 1991-95 el volumen de exportación de productos siderúrgicos creció a una tasa anual promedio de 45 por ciento, comparada con la tasa promedio de 6.0 por ciento anual durante el lustro anterior. En 1995 las exportaciones totales de esta rama llegaron a registrar el 150 por ciento de lo que habían sido el año anterior.
En el aspecto financiero, las empresas que anteriormente estuvieron en manos del Gobierno presentaban grandes problemas por falta de recursos. A partir de la privatización comenzaron un ciclo distinto en el que se logró una capacidad de generación de ingresos propios, propiciado por un producto de calidad y una mayor productividad.
Esto ha favorecido a sus inversionistas por el retorno sobre su capital, a los trabajadores por asegurar una fuente digna de empleo con buena remuneración, al Gobierno primeramente por los ingresos obtenidos por su privatización y después por los impuestos que obtiene de una industria sana y funcional. Pero en especial ha favorecido a los mexicanos por las divisas que producen sus exportaciones y por la generación de empleos que producirá en la medida que siga creciendo la industria. Más trabajos directos, mejores salarios, más crecimiento económico, más divisas, más progreso. Esto es lo que se llama una estrategia de ganar-ganar.
De esto se trata la privatización. No es un proceso inventado para hacer ricos a los políticos, ni para deshacer el patrimonio de los mexicanos. No es un esquema para vender empresas a los amigos y compadres del partido oficial. Es un proceso para aprovechar al máximo nuestros recursos, crecer lo más que podamos, exportar para captar divisas, crear excedentes para nuevas inversiones y generar empleos productivos y bien remunerados.
Si en el proceso hubo irregularidades, debemos corregirlas. Si algunos políticos se aprovecharon tenemos que castigarlos. Si hubo industrias mal vendidas tenemos que rescatarlas y volverlo a intentar. Pero no debemos confundir impunidad, corrupción, autoritarismo y estupidez con una política económica que no sirve o que únicamente beneficia a la minoría.
El proceso de privatización bien llevado funciona y funciona bien. Lo que tenemos que hacer es asegurar que las privatizaciones futuras se hagan bien más no dejar de hacerlas.
Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx
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