lunes, 23 de septiembre de 1996

La Controversia del Abatimiento Inflacionario

 Pulso Económico


La Controversia del Abatimiento Inflacionario


Por: Jonathan Heath®


Hace tres semanas, el controvertido economista Paul Krugman, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), escribió un artículo a invitación de la revista inglesa The Economist, sobre la importancia de abatir completamente la inflación y el papel de la política monetaria dentro de este objetivo.  En esta misma columna del pasado jueves 5 de septiembre, discutimos sus puntos de vista y concluimos que sus comentarios seguramente iban a causar mucha polémica y discusión.

Dicho y hecho: en el último número de The Economist, los editores admiten haber recibido un sinnúmero de cartas respondiendo al polémico economista y a su ataque a la teoría económica ortodoxa.  De la muestra de cartas que publica la revista inglesa, destacan una que reclama que Krugman lo citó fuera de contexto, otra que refuta sus conclusiones sobre el papel de la productividad, una en que le corrige la aritmética bajo escenarios de inflación y una más que le recuerda al profesor las experiencias inflacionarias de Alemania y sus consecuencias políticas.

Krugman es conocido por sus cuestionamientos a la ortodoxia económica en general.  A través del tiempo, ha escrito varios artículos que han provocado muchas criticas en su contra.  Inclusive muchos economistas lo descalifican antes de leer su artículo, simplemente por el hecho de que fue escrito por él.  Por lo mismo, era de esperar que sus puntos de vista tan diferentes recibieran contestaciones muy amplias.

No obstante, Krugman escribe bien y siempre presenta sus argumentos en forma sólida.  Por más que queramos refutar sus puntos de vista, nos presenta una lógica que bien vale la pena escuchar y meditar.  En este caso en particular, una buena parte de las críticas en su contra no tienen tanta validez dado que Krugman está cuestionando la importancia del abatimiento total de la inflación, es decir, si vale la pena el esfuerzo de reducir una inflación de 3 por ciento a una de cero.  En ningún momento cuestiona en su artículo la importancia de combatir la hiperinflación o de reducir una inflación moderada.  Su enfoque y por lo tanto, su cuestionamiento central, es sobre el costo que implica eliminar los últimos dos o tres puntos porcentuales de la inflación.

Una de las cartas que cuestionan la posición de Krugman dice que es la política fiscal la que requiere de cambios fundamentales y no la política monetaria, para lograr tasas de crecimiento más elevadas.  Esta posición concuerda con la de los líderes empresariales mexicanos, que han abogado por reformas fiscales a fondo como una de las maneras fundamentales de alentar mayores inversiones y crecimiento económico.  La carta dice que lo que se requiere (refiriéndose a la economía norteamericana) es una privatización del sistema de seguridad social que reduciría la carga de los programas como Medicare y Medicaid (programas de asistencia medica para los pobres) para aumentar el gasto público en obras de infraestructura y educación.  También sugiere otra serie de medidas para balancear el presupuesto público, lo cual ayudaría a reducir las tasas de interés y facilitar la política monetaria.

Otra de las respuestas al artículo de Krugman es sobre el daño que causa la inflación.  Dice que en sí la inflación no causa un daño tan tremendo que se traduzca en una mayor ineficiencia, sino más bien una transferencia del ingreso del sector privado hacia el gobierno vía lo que se conoce como el “impuesto inflacionario”.  Lo que causa las ineficiencias es más bien la volatilidad de la inflación.  Al inversionista le debe dar igual recibir una tasa de interés de 30 por ciento cuando la inflación es de 20 por ciento, que recibir un interés de 20 por ciento cuando la inflación es del 10 por ciento.  En cambio, si el inversionista no sabe con certidumbre si la inflación va ser de 20 o de 30 por ciento, a la hora de tomar su decisión va pedir un interés mayor, simplemente para cubrirse del riesgo de una mayor inflación.  Es en este sentido que la volatilidad de la inflación es la que causa la ineficiencia y tiene un costo mayor.

Una crítica interesante a la posición de Krugman es cómo se deben realizar los cálculos en tiempos de inflación.  Una persona con mucha experiencia hiperinflacionaria, como alguien que haya vivido en Brasil, comenta que es mejor un aumento del 6 por ciento en los salarios cuando la inflación es de 5 por ciento, que un aumento del 11 por ciento cuando la inflación es de 10 por ciento.  La razón es que no se debe restar la inflación al aumento salarial, sino comparar las divisiones de 1.06/1.05 contra 1.11/1.10.

Independientemente de todas las críticas recibidas, los señalamientos originales de Krugman no solamente son interesantes, sino que además son materia de reflexión.  Por ejemplo, debemos tomar muy en cuenta lo que dice cuando señala que muchas cosas se toman simplemente como acto de fe o porque repiten una serie de dichos que todos toman por buenos.  Krugman asevera que muchas ideas económicas frecuentemente llegan a ser sellos de identidad para grupos de personas que piensan igual, que repiten ciertas frases continuamente y eventualmente confunden la repetición con la verdad.

Dentro de un par de años (ojalá no sea más) , cuando el Banco de México logre reducir la inflación a un solo dígito, se tendrá que tomar la decisión si es que se quiere abatir por completo la inflación, o si estaremos dispuestos a tolerar una inflación un poco mayor (que pudiera fluctuar entre 3 y 7 por ciento).  Esta decisión no es trivial ya que involucra un costo más elevado para la sociedad ante un beneficio más limitado.  A estas alturas la respuesta final no parece estar dada, sin embargo, bien valdrá la pena irlo pensando desde ahora.

Ante una sociedad cada vez más democrática y demandante, resultará cada vez más importante mantener una postura más flexible, escuchando a su vez, posiciones que a primera vista no coinciden con la línea oficial.




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