Pulso Económico
El PRI y el Neoliberalismo: ¿Aceptación o Rechazo?
Por: Jonathan Heath
Fue ampliamente comentado el abandono del liberalismo social como doctrina oficial del PRI en su reciente
decimoséptima asamblea nacional. Todos los medios han comentado y analizando las implicaciones de las propuestas, destacando de manera especial los nuevos candados a los candidatos, el regreso del nacionalismo revolucionario, la aceptación de un código de ética y el rechazo a la privatización de las plantas petroquímicas.
También se discuten muchos temas que no fueron abordados, como el proceso de selección del candidato presidencial para el año 2000, la expulsión de Carlos Salinas de Gortari y el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Sin embargo, existen algunos puntos adicionales interesantes que fueron propuestos y aceptados, pero por alguna razón, no han sido objeto de comentario público.
Entre las varias mesas de trabajo, fueron dictaminados los compromisos del PRI ante la nación. Dentro de su declaración de principios, fueron abordados el partido, los valores, la legalidad y el proyecto. Dentro de su programa de acción, hubo compromisos para fortalecer la República, la soberanía en el nuevo milenio, el estado democrático, el desarrollo social, la ciudadanía de los indígenas, la educación, la ecología, el desarrollo regional, la economía, la ética y las nuevas causas de la sociedad. En cada uno de estos rubros, hubo propuestas específicas, pronunciamientos amarrados y en algunos caso, asuntos turnados a otras instancias partidistas.
En el punto específico de la economía, la asamblea aprobó toda una serie de líneas de acción encaminadas hacia una mayor, la justicia social. Dice el PRI que pugna por un desarrollo económico que fortalezca la soberanía de la nación, fomente el crecimiento vigoroso y sustentable, el empleo y logre una justa distribución de ingreso y la riqueza entre los mexicanos.
El compromiso central es impulsar por todos los medios a su alcance, una economía productiva que genere bienestar para todas las familias mexicanas. Este objetivo final es compatible con casi cualquier ideología, sea de izquierda o derecha, del liberalismo social o neoliberalismo y de nacionalismo revolucionario (whatever that means).
Sin embargo, lo interesante de los compromisos adoptados es que existe un gran número de propuestas que nacen más del neoliberalismo que del nacionalismo revolucionario. Por ejemplo, dicen los priístas que los recientes avances en materia macroeconómica han contribuido a recuperar confianza, lo que implícitamente significa que han sido las correctas. Sin embargo, toda la estrategia de recuperación ha sido a través de políticas que utilizan principalmente al mercado, que se identifica totalmente con el neoliberalismo.
Entre otros principios, se mantienen las estrategias de controlar la inflación; promover la competividad que eleve la eficiencia; apoyar una estrategia de crecimiento con estabilidad fiscal, monetaria y de precios; con salarios reales crecientes e incrementos sostenidos de producción; la rentabilidad y capitalización del sector agropecuario;la libre negociación salarial y contractual; la recuperación del poder adquisitivo del salario a través de la productividad; un entorno institucional claro y libre de regulaciones innecesarias; el financiamiento competitivo la actividad industrial; la simplificación administrativa estatal; la ratificación del Tratado de Libre Comercio; la realización de más acuerdos de libre comercio con otros países; la conservación del régimen de flotación del tipo de cambio; la autonomía del Banco de México; la desregulación financiera; y la desregulación en general.
Todos estos temas son puntos medulares de la llamada política económica neoliberal. Buscan la utilización de los mecanismos del mercado para mejorar la asignación eficiente de los recursos en la economía.
Al final de cuentas, parece ser que el rechazo de la filosofía neoliberal es más bien demagógico y de semántica. El PRI quiere rechazar la etiqueta que hace que la política económica sea asociada con la administración anterior, que produjo una crisis mayor. Sin embargo, quiere conservar lo esencial, dado que reconoce que son políticas que valen la pena.
Entonces, ¿qué es lo que propone el PRI específicamente que sea diferente al neoliberalismo? Existen propuestas de acciones ya tomadas, como un programa emergente de empleos y un programa de alivio a los deudores, que salen del ámbito estrictamente neoliberal. Sin embargo, son acciones que el régimen actual, criticado por ser neoliberal, ya había tomado e impulsado.
En sí lo que propone el PRI, en adición a la continuidad de muchas partes de la política actual, es darle una forma mucho más social a la política neoliberal, es decir, utilizar los mecanismos de mercado como instrumento principal, pero con una cara más social, para que el Gobierno pueda corregir las fallas de mercado y fomentar la justicia social. Pero al final de cuentas, ¿no era esto mismo la idea central del liberalismo social de Salinas?
Si examinamos la política económica actual podremos encontrar un sinnúmero de acciones que van totalmente en contra del espíritu neoliberal. No solamente están los programas emergentes de empleo y alivio a los deudores ya mencionados, sino que además existen todavía muchos subsidios, regulaciones, intervenciones e impuestos que, en nombre de una mayor justicia social, pretenden mejorar las acciones del mercado.
Al final de cuentas hoy en día no tenemos una política tan neoliberal como dicen los críticos de izquierda, ni tampoco tenemos una política tan socialista como dice la derecha.
Sin lugar a dudas, el Gobierno tiene que avanzar en la promoción de la justicia social y el crecimiento de la economía. Para poder producir resultados concretos será necesario instrumentar de una política económica eficiente, flexible y eficaz.
A veces será necesario enfatizar más los mecanismos de mercado y desregular para incrementar la eficiencia. En otras ocasiones, intervenir para solucionar en forma más provechosa y rápida algo que el mercado no puede hacer (como la crisis bancaria).
Lo que sí queda claro es que el meollo del debate sobre la política económica tiene más de forma y de semántica que de fondo.
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