Pulso Económico
El Trauma de la Devaluación
Por: Jonathan Heath
Como suele suceder en un país traumatizado por devaluaciones recurrentes, existe mucha preocupación por el tipo de cambio. Esta intranquilidad ha aumentado recientemente por un par de indicadores que se dieron a conocer la semana pasada.
Primero, el superávit en la balanza comercial registró su nivel más bajo desde enero de 1995. Antes de esa fecha habíamos tenido un déficit comercial, que culminó
en una gran devaluación. Segundo, se informó que la inflación de la primera quincena de septiembre fue muy elevada, inclusive más de lo que se esperaba. Fue la inflación más alta que hemos tenido en una primera quincena desde abril, mes en que se dieron aumentos extraordinarios en los salarios mínimos, gasolina y electricidad.
Cuando se tiene una tasa de inflación interna más elevada que en el exterior, se espera una depreciación en el tipo de cambio para mantener la competitividad del peso. Si no es así, las importaciones se vuelven más baratas y empieza a disminuir el superávit (o aumenta el déficit) en la balanza comercial. Dado que no hemos observado mucho movimiento en el tipo de cambio durante este año, ocasionando que se aprecie, existe la percepción de que pudiera venir una devaluación.
De hecho, si tomamos el año de 1990 como base de comparación, el tipo de cambio real de hoy en día está apenas 3 por ciento por abajo de su nivel de ese año. En promedio, el tipo de cambio se encontraba 15 por ciento subvaluada durante el año pasado. Sin embargo, poco a poco se ha ido perdiendo esta competitividad, lo cual ha coincidido con la recuperación en la demanda de las importaciones.
No cabe duda de que existe la percepción de que el tipo de cambio ha perdido la subvaluación ganada con la devaluación pasada. Esto significa que pronto empezará a aumentar más la demanda de dólares, simplemente por motivos de preocupación, al buscarse un refugio en el que no perdemos el valor de nuestro dinero. Pero, ¿existe una razón fundamentada para esta percepción o es únicamente producto de nuestra paranoia, desarrollada a través de tantas devaluaciones?
En el corto plazo, el tipo de cambio es producto de la oferta y la demanda de divisas. La mejor manera de observar estos elementos es a través de la balanza de pagos. Si existe un superávit, significa que hay un exceso de dólares. Al contrario, si se registra un déficit, entonces habrá una escasez de dólares.
Hoy en día, aunque parece ser menos que antes, todavía tenemos un superávit comercial. Si a éste le agregamos el intercambio de servicios con el exterior, llegamos a la balanza de la cuenta corriente. Al finalizar la primera mitad del año, teníamos un superávit en esta cuenta, inclusive ligeramente mayor al del año pasado.
La otra cuenta que falta para completar la balanza de pagos, es la cuenta de capital. Esta también registró un superávit durante la primera mitad del año. En otras palabras, ha existido un exceso de divisas durante los primeros seis meses del año, lo cual explica la apreciación del tipo de cambio.
Sin embargo, si la oferta y la demanda de divisas determina el tipo de cambio en el corto plazo, no marca la pauta para el mediano y largo plazos. Precisamente las devaluaciones se dan porque las condiciones que determinan la oferta y la demanda cambian rápidamente.
Al inicio de 1994, el déficit elevado de la cuenta corriente estaba más que compensado por el superávit de la cuenta de capital, a tal grado que se tenían acumulados casi 30 mil millones de dólares en reservas. Sin embargo, estas condiciones cambiaron rápidamente. En cuestión de meses, el superávit en la cuenta de capital se convirtió en déficit.
Una de las formas de anticipar un problema mayor en la balanza de pagos es a través de la valuación del tipo de cambio. Ahora que hemos observado que la subvaluación casi ha desaparecido y las importaciones están creciendo a tasas elevadas, podemos esperar un déficit en la balanza comercial en el futuro cercano.
Sin embargo, la manera de valuar la competitividad de las exportaciones es diferente. En este caso, no es tan importante la diferencia de inflación entre México y el resto del mundo, sino más bien la diferencia entre los salarios. Dado que nuestros salarios se han mantenido reprimidos, hemos podido mantener una tasa de crecimiento elevada en las exportaciones, De hecho, tenemos crecimiento elevado en las importaciones y en las exportaciones al mismo tiempo. Si utilizáramos el mismo parámetro (la inflación) para medir la competitividad deberíamos observar un crecimiento fuerte en una u otra, pero no en las dos.
Es posible regresar a un déficit en la balanza comercial, siempre y cuando podamos obtener flujos de capital del exterior. Esta dependencia de capitales de corto plazo no es algo muy saludable para la economía, dado el estado de vulnerabilidad que implica. Si además el Gobierno decide dejar de mantener un equilibrio fiscal, el panorama se complicaría aún más.
Un déficit fiscal implicaría un aumento en la demanda de fondos prestables, que el Gobierno buscaría solucionar a través de un aumento en la oferta de valores gubernamentales. Esto significaría un aumento en los flujos de capital de corto plazo.
Estamos en el umbral de una situación similar a la del sexenio pasado, cuando mantuvimos un déficit comercial financiado a través de flujos de capital de corto plazo. Según esto, aprendimos que no podemos mantener un déficit muy elevado en la cuenta corriente por mucho tiempo, aunque tengamos los flujos para financiarlo. También aprendimos que los flujos de capital de portafolios son muy inestables como para considerarlos fuentes confiables de financiamiento.
Al final de cuentas, vimos que la política monetaria juega un papel primordial y que no era muy sano mantener un tipo de cambio sobrevaluado. ¿Vamos a tratar de volver a corregir el problema con otra devaluación?
Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx
Cuando se tiene una tasa de inflación interna más elevada que en el exterior, se espera una depreciación en el tipo de cambio para mantener la competitividad del peso. Si no es así, las importaciones se vuelven más baratas y empieza a disminuir el superávit (o aumenta el déficit) en la balanza comercial. Dado que no hemos observado mucho movimiento en el tipo de cambio durante este año, ocasionando que se aprecie, existe la percepción de que pudiera venir una devaluación.
De hecho, si tomamos el año de 1990 como base de comparación, el tipo de cambio real de hoy en día está apenas 3 por ciento por abajo de su nivel de ese año. En promedio, el tipo de cambio se encontraba 15 por ciento subvaluada durante el año pasado. Sin embargo, poco a poco se ha ido perdiendo esta competitividad, lo cual ha coincidido con la recuperación en la demanda de las importaciones.
No cabe duda de que existe la percepción de que el tipo de cambio ha perdido la subvaluación ganada con la devaluación pasada. Esto significa que pronto empezará a aumentar más la demanda de dólares, simplemente por motivos de preocupación, al buscarse un refugio en el que no perdemos el valor de nuestro dinero. Pero, ¿existe una razón fundamentada para esta percepción o es únicamente producto de nuestra paranoia, desarrollada a través de tantas devaluaciones?
En el corto plazo, el tipo de cambio es producto de la oferta y la demanda de divisas. La mejor manera de observar estos elementos es a través de la balanza de pagos. Si existe un superávit, significa que hay un exceso de dólares. Al contrario, si se registra un déficit, entonces habrá una escasez de dólares.
Hoy en día, aunque parece ser menos que antes, todavía tenemos un superávit comercial. Si a éste le agregamos el intercambio de servicios con el exterior, llegamos a la balanza de la cuenta corriente. Al finalizar la primera mitad del año, teníamos un superávit en esta cuenta, inclusive ligeramente mayor al del año pasado.
La otra cuenta que falta para completar la balanza de pagos, es la cuenta de capital. Esta también registró un superávit durante la primera mitad del año. En otras palabras, ha existido un exceso de divisas durante los primeros seis meses del año, lo cual explica la apreciación del tipo de cambio.
Sin embargo, si la oferta y la demanda de divisas determina el tipo de cambio en el corto plazo, no marca la pauta para el mediano y largo plazos. Precisamente las devaluaciones se dan porque las condiciones que determinan la oferta y la demanda cambian rápidamente.
Al inicio de 1994, el déficit elevado de la cuenta corriente estaba más que compensado por el superávit de la cuenta de capital, a tal grado que se tenían acumulados casi 30 mil millones de dólares en reservas. Sin embargo, estas condiciones cambiaron rápidamente. En cuestión de meses, el superávit en la cuenta de capital se convirtió en déficit.
Una de las formas de anticipar un problema mayor en la balanza de pagos es a través de la valuación del tipo de cambio. Ahora que hemos observado que la subvaluación casi ha desaparecido y las importaciones están creciendo a tasas elevadas, podemos esperar un déficit en la balanza comercial en el futuro cercano.
Sin embargo, la manera de valuar la competitividad de las exportaciones es diferente. En este caso, no es tan importante la diferencia de inflación entre México y el resto del mundo, sino más bien la diferencia entre los salarios. Dado que nuestros salarios se han mantenido reprimidos, hemos podido mantener una tasa de crecimiento elevada en las exportaciones, De hecho, tenemos crecimiento elevado en las importaciones y en las exportaciones al mismo tiempo. Si utilizáramos el mismo parámetro (la inflación) para medir la competitividad deberíamos observar un crecimiento fuerte en una u otra, pero no en las dos.
Es posible regresar a un déficit en la balanza comercial, siempre y cuando podamos obtener flujos de capital del exterior. Esta dependencia de capitales de corto plazo no es algo muy saludable para la economía, dado el estado de vulnerabilidad que implica. Si además el Gobierno decide dejar de mantener un equilibrio fiscal, el panorama se complicaría aún más.
Un déficit fiscal implicaría un aumento en la demanda de fondos prestables, que el Gobierno buscaría solucionar a través de un aumento en la oferta de valores gubernamentales. Esto significaría un aumento en los flujos de capital de corto plazo.
Estamos en el umbral de una situación similar a la del sexenio pasado, cuando mantuvimos un déficit comercial financiado a través de flujos de capital de corto plazo. Según esto, aprendimos que no podemos mantener un déficit muy elevado en la cuenta corriente por mucho tiempo, aunque tengamos los flujos para financiarlo. También aprendimos que los flujos de capital de portafolios son muy inestables como para considerarlos fuentes confiables de financiamiento.
Al final de cuentas, vimos que la política monetaria juega un papel primordial y que no era muy sano mantener un tipo de cambio sobrevaluado. ¿Vamos a tratar de volver a corregir el problema con otra devaluación?
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