lunes, 16 de septiembre de 1996

Comparando Nuestra Deuda

 Pulso Económico


Comparando Nuestra Deuda


Por: Jonathan Heath®


El año pasado, la economía latinoamericana creció 0.7 por ciento, influido en forma importante por las recesiones de México y Argentina.  Mientras que la economía mexicana cayó 6.2 por ciento, la economía argentina disminuyó 4.4 por ciento.  Con la excepción de Uruguay, cuya economía también sufrió una caída de 2.4 por ciento, todos los demás países mostraron crecimientos positivos.

La economía más dinámica, como ha sido ya durante la última década, fue Chile con un crecimiento de 8.5 por ciento.  La siguió la economía de Perú que aumentó 7.0 por ciento.  Los demás países experimentaron crecimientos positivos entre 5.3 por ciento (Colombia) y 2.2 por ciento (Venezuela).  Brasil, que tiene la economía más grande de todo Latinoamérica, mostró un crecimiento de 4.1 por ciento , a pesar del efecto “tequila”.

Según las proyecciones económicas, se espera una recuperación importante en la región, con un crecimiento de 3.0 por ciento promedio para este año.  Unicamente Venezuela registrará una caída, a través de una recesión que disminuirá su economía en 1.3 por ciento aproximadamente.  Sin ninguna sorpresa, Chile será la economía con más crecimiento (7.0 por ciento), seguido por Bolivia (4.7 por ciento) y México (3.8 por ciento).  Las economías con menos crecimiento serán Uruguay (1.7 por ciento), Brasil (2.7 por ciento) y Argentina (3.1 por ciento).

En general, se espera todavía mayor crecimiento para 1997, con un promedio de 4.3 por ciento para todos los países.  La lista esta encabezada por Chile con un avance del 5.5 por ciento, mientras que se espera que Uruguay será el país con menos crecimiento (2.6 por ciento).

También se espera un avance significativo en el abatimiento inflacionario.  Mientras que el promedio de inflación en la región fue 27.3 por ciento en 1995, se espera una reducción a 19.2 por ciento durante este año y a 12.7 por ciento para 1997.  Este significa un avance espectacular contra los promedios de tres dígitos que existieron durante la mayor parte de los ochenta.

Como ya es conocido, la mayoría de los países latinoamericanos realizó grandes esfuerzos de estabilización económica y reforma estructural a través de la última década, después de haber sufrido por mucho tiempo sin crecimiento económico, con niveles de inflación muy elevadas y con deudas aplastantes.  Aunque han existido muchos casos exitosos, como el de Chile, también se ha visto varios casos de aparente fracaso, como México y Venezuela, y otros países con resultados mixtos, como Argentina y Brasil.  Sin embargo, no podemos dar el veredicto final hasta que cada país termine completamente su transición hacia una economía más abierta y competitiva.  Como cada país ha realizado cambios distintos, es difícil medirlos todos bajo un solo parámetro.

No obstante, algunos resultados más allá del abatimiento inflacionario y el regreso al crecimiento están ya a la vista.  Mientras que la mayoría de los países tenían deudas externas muy elevadas como proporción del PIB, se ha visto un proceso de desendeudamiento paulatino.  Por ejemplo, en 1990 Argentina tenía una deuda externa del 44.0 por ciento de su PIB, Brasil estaba en 71.8 por ciento, Chile en 63.3 por ciento, Colombia en 42.8 por ciento y Venezuela en 68.3 por ciento.  Cinco años después, todos mostraron caídas significativas en estas proporciones: Argentina a 31.5 por ciento; Brasil a 23.2 por ciento; Chile a 31.6 por ciento; Colombia a 28.9 por ciento; y Venezuela a 49.9 por ciento.

El único país que tiene una deuda mayor hoy en día, comparado con la de 1990 es México.  En 1990 esta relación era de 42.8 por ciento, mientras que para 1995 se estimaba en 64.5 por ciento.  En parte, esta aumento se debe al gran error de los Tesobonos, y otra parte a la caída tan grande sufrida en la economía en 1995.  De todos modos, hoy en día ninguno de los países principales latinoamericanos tiene una deuda mayor que México.  De hecho los tres países con mayor deuda son economías muy pequeñas, siendo éstas Panamá, Ecuador y Bolivia.

En la época de Aspe, mucho se presumía de que nuestra deuda era de una proporción menor que la gran mayoría de los países europeos.  Hoy en día, nuestra deuda pública asciende aproximadamente a 71.4 por ciento del PIB (aunque varia según la fuente y la metodología utilizada).  Si tomamos datos de la OCDE, podemos observar que nuestro nivel de deuda esta muy cerca del promedio de los países industrializados.  Por ejemplo, estamos por debajo de Bélgica, Grecia, Irlanda, Italia y Suecia; estamos por arriba de Finlandia, Francia, Alemania e Inglaterra; y no muy diferentes a Austria, Dinamarca, Portugal y España.

Sin embargo, todos estos países tienen una calificación de riesgo país muy por debajo de México, dado que tienen una capacidad probada para enfrentar el servicio de su deuda muy por arriba de la nuestra.  Esto significa, que nosotros tenemos que pagar mayores intereses.  Al mismo tiempo, podríamos estar seguros de que nuestro perfil de deuda es de más corto plazo que el conjunto de estos países, implicando una amortización mayor durante los siguientes años.  La combinación de intereses y amortización, significa que ante una deuda igual, nuestro servicio sobre la deuda va ser mucho más pesada.

Estas comparaciones nos llevan a ver que tenemos un servicio de deuda mayor que el promedio de los países industrializados, mientras que nuestra deuda es mayor que la mayoría de los países latinoamericanos.  Sin embargo, esta situación se debe al tropieza mayor que cometió el gobierno con la devaluación de 1994.  Como consecuencia de los errores de instrumentación de la política económica, aumentó nuestra calificación de riesgo-país, aumentó la tasa de interés sobre la cual pagamos nuestra deuda y disminuyó el PIB, que representa la base de comparación con otros países.

Antes de la devaluación, México había avanzado en la reducción de la carga de la deuda.  Ahora tenemos que volver a crecer y aumentar nuestras exportaciones, antes de volver a observar los niveles que teníamos.  ¿Podremos alcanzar el crecimiento sostenido necesario sin más tropiezos?



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