Pulso Económico
Brasil y la Experiencia Mexicana
Por: Jonathan Heath®
Durante la primera mitad de esta década, la mayoría de los países latinoamericanos realizó grandes esfuerzos de estabilización económica y reforma estructural. En general, todos los casos se habían considerado exitosos, hasta que la crisis mexicana de finales de 1994 sembró dudas en los demás países. El más afectado del contagio fue Argentina como resultado de la falta de flexibilidad ante su Plan de Convertibilidad. El menos afectado fue Chile, que llevaba la delantera a todos por haber iniciado sus esfuerzos de reforma muchos años antes. Sin embargo, a pesar de la experiencia mexicana, es Brasil el que hoy en día parece enfrentarse a una situación muy similar a la que tenía México poco antes del derrumbe.
Tradicionalmente, Brasil ha sostenido un superávit en su balanza comercial para financiar buena parte de los pagos de interés hacia el exterior. Como resultado, había logrado mantener un déficit pequeño en su cuenta corriente o inclusive, en algunos años un superávit. A pesar de su inflación elevada, siempre sostuvo una política de depreciación de su moneda para evitar una sobrevaluación. Sin embargo, nunca pudo disminuir su déficit fiscal, alimentado por una política monetaria acomodaticia.
A mediados de los ochenta, experimentaron con el Plan Cruzado, un intento de estabilización heterodoxa. Aunque tuvo un éxito inicial en abatir la inflación, terminó fracasando dado que nunca eliminaron lo que en una primera instancia provocó la inflación: el déficit fiscal. Como proporción del PIB, el déficit fiscal llegó hasta el 65.6 por ciento en 1993, con un promedio anual arriba del 40 por ciento entre 1990 y 1993. Como resultado, la inflación promedió más de 1,500 por ciento anual durante los mismos años y la economía se encontró estancada con un crecimiento promedio anual del 0.2 por ciento.
Como respuesta a su problemática, Brasil instrumentó en 1994 un nuevo esfuerzo de estabilización, llamado el Plan Real. Introdujeron una nueva moneda, el real, en julio de ese año, a una tasa de cambio de 2,750 cruzeiros reales (la moneda anterior). A través de una nueva disciplina fiscal y monetaria, lograron reducir la inflación a 23.2 por ciento en 1995 y para este año se espera que termine cerca de 14 por ciento. La economía empezó a responder con un crecimiento promedio anual de 4.9 por ciento en 1994 y 1995, a pesar del “efecto tequila” que empezó a tener sus efectos a partir del tercer trimestre del año pasado.
Hasta ahora, el contagio de la crisis mexicana ha tenido una repercusión menor en la economía brasileña. Provocó una desaceleración al final del año pasado, limitando el crecimiento del PIB a 4.1 por ciento. Después de dos trimestres lentos, la mayoría de los analistas espera una recuperación plena para la segunda mitad de este año, con tasas de crecimiento cercanas al 6 por ciento.
El problema fundamental de Brasil es que han utilizado al tipo de cambio como un instrumento importante en la reducción de la inflación, provocando, en opinión de muchos, una sobrevaluación de la moneda. Las importaciones han mostrado un dinamismo importante, creciendo 42.7 por ciento el año pasado. Como resultado, la balanza comercial, que siempre ha registrado un superávit, tiene ahora déficit. Pasó de un superávit de 10,466 millones de dólares en 1994, a un déficit de 3,157 millones de dólares el año pasado. La cuenta corriente, que había sido positiva hace apenas unos años, llegó a representar un déficit de 17,784 millones de dólares en 1995.
Al igual que México en años anteriores, Brasil ha podido sustentar un déficit creciente en su cuenta corriente a través de las entradas de capital. Gracias a la inversión extranjera y a préstamos de la banca comercial, ha logrado acumular una gran cantidad de reservas internacionales, que representaron casi 8 meses de importaciones el año pasado. Este año se estima que sus reservas podrán llegar a 60 mil millones de dólares.
La situación actual en Brasil es muy parecida a la que existía en México en 1993. En ese momento, el gobierno mexicano instrumentó una política monetaria muy restrictiva para asegurar que el tipo de cambio pudiera mantenerse intacto. Se logró frenar el crecimiento de las importaciones y la balanza comercial no creció mucho en comparación con el año anterior. Sin embargo, la economía creció apenas 0.6 por ciento. Al aprobarse el TLC y en anticipación a las elecciones presidenciales, se empezó a relajar la política monetaria en 1994. En combinación con otros eventos muy conocidos por nosotros, todo desembocó en la gran devaluación de diciembre de 1994.
Justamente el año pasado, el gobierno brasileño instrumentó una política monetaria muy restrictiva para defender el tipo de cambio y tratar de frenar el crecimiento de las importaciones. El resultado fue una desaceleración de la economía. Ahora, las autoridades están empezando a relajar la política monetaria en busca de la reanudación del crecimiento económico. La política cambiaria actual es de bandas, en la cual se permite un desliz pequeño de 0.6 por ciento mensual, cuando la inflación promedio está cerca del 1.5 por ciento por mes. Sin embargo, las autoridades sostienen que el tipo de cambio actual no está sobrevaluado.
Al igual que en México hace unos años, el controversial Profesor Rudiger Dornbusch ha vaticinado una crisis futura cercana para Brasil. Aunque la mayoría de los analistas no comparten la opinión de Dornbusch, muchos admiten que existe el riesgo de una pérdida de confianza en el gobierno brasileño que podría llevar a una salida rápida de capital del país, precipitando un ajuste cambiario y el regreso de la inflación. Uno de los problemas potenciales que podría provocar esta situación es la existencia de un déficit fiscal relativamente elevado (7.5 por ciento del PIB). En la medida en que se vaya acercando la fecha de las elecciones presidenciales, la economía podría volverse todavía más vulnerable.
¿No fue suficiente la lección mexicana?
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