jueves, 30 de mayo de 1996

¿Qué Necesitamos Para Crecer?

 

Pulso Económico


¿Qué Necesitamos Para Crecer?


Por: Jonathan Heath


Durante los últimos años muchos economistas se han dedicado a estudiar el problema del crecimiento económico.  Insatisfechos con las teorías existentes y apenados por su falta de aplicación en el mundo real, se han llevado a cabo un sinnúmero de estudios, tanto teóricos como empíricos, para tratar de determinar qué necesitamos para crecer.

La gran mayoría de la evidencia empírica examinada señala que los gobiernos no son muy efectivos para inducir un mayor crecimiento.  Sin embargo, se ha tratado de responder a una pregunta todavía más decisiva: ¿las políticas aplicadas que no han funcionado se pueden cambiar fácil y rápidamente?, o más bien, ¿se debe a fuerzas fundamentales?

Muchas de las revistas especializadas que publican los resultados de las investigaciones de los economistas académicos, empiezan a tener cada vez más estudios sobre el crecimiento.  Como buen ejemplo, podemos citar a la publicación anual de la Asociación Económica Americana (American Economic Association), titulado Papers and Proceedings que resume las ponencias de su centésimo octava convención anual.  En esta revista, le dedican un gran número de artículos a examinar lo que se denomina la nueva teoría del crecimiento.

La prestigiada revista inglesa The Economist, presenta un resumen excelente sobre el tema en el artículo central de su último número.  Examina de dónde vienen las teorías sobre el crecimiento económico, en qué han fallado y hacia dónde se dirigen las nuevas investigaciones.  Al final, llega a varias conclusiones contundentes, que todos los funcionarios públicos deberían de leer con suma atención.

Entre varios de los estudios examinados, se señala uno hecho por Jeffrey Sachs y Andrew Warner, en el que analizan la experiencia de 111 países.  Los dividen en países “abiertos” y “cerrados” al comercio internacional y encuentran que las economías abiertas muestran tasas de crecimiento marcadamente superiores.

También encuentran que en general, entre más pequeño sea el gobierno, mejores son las posibilidades de crecimiento.  Con datos de más de 100 países sobre crecimiento, inflación, tasas de fertilidad, gasto gubernamental, estimaciones sobre el estado de derecho, etc., entre 1960 y 1990 encuentran que entre mayor sea el gasto público, menor es el crecimiento sostenido.  En pocas palabras, el gasto público no es motor de crecimiento.

Otros hallazgos son que la inversión en capital humano, es decir, en educación y habilidades técnicas, contribuye enormemente al desempeño de la economía.  También se encuentra que la ausencia de inflación y la estabilidad política son dos puntos medulares para un mejor desempeño de la actividad económica.  Desafortunadamente, los resultados sobre la aplicación de la democracia no arrojan resultados concretos.

Al final, la conclusión más importante es que los países más pobres sí podrán crecer más rápido y cerrar la brecha con los países industrializados, a través de la aplicación de políticas que fomenten la competencia y los incentivos económicos.  Cualquier política que inhibe la competencia o que no crea los incentivos adecuados, esta destinada a fracasar.  La regulación puede ser positiva, siempre y cuando no elimine los incentivos o cree condiciones monopólicas.

En particular, al examinar las experiencias de los países asiáticos, se encuentra que la evidencia para desarrollar políticas a nivel micro no es muy alentadora.  En algunos casos ha funcionado, pero en otros no, y se llega a la conclusión de que el éxito de estos países se debe a otros factores.  Sin embargo, se encuentra que políticas más globalizadoras como el fomento de la educación, la apertura de la economía a tecnologías externas, la promoción del comercio y la reducción de impuestos, han sido sumamente importantes.

Los países pobres se caracterizan por el uso ineficiente de sus recursos.  Por lo tanto, una de las mejores maneras de estimular su crecimiento no es a través de una mayor acumulación de los recursos adecuados, sino simplemente desperdiciando menos.  El problema no es tanto de falta de recursos, sino de falta de habilidad para la utilización correcta de los existentes.  Al final de cuentas, esto se logra en un ambiente de competencia en el que existen muchos incentivos para el mejor aprovechamiento de los recursos, con una mayor educación que permite a las personas pensar y tomar mejores decisiones.

Esto significa que las acciones del gobierno se deberían enfocar más a mejorar la calidad y cantidad de la educación.  Debería de existir un esfuerzo extraordinario en reducir el gasto gubernamental para así liberar más para este esfuerzo.  Se deberían mantener los esfuerzos en materia de abatimiento inflacionario, promoción del comercio y desregulación.  Sin embargo, no una desregulación a ultranza, sino dirigida a mejorar los incentivos económicos y a fomentar una mayor competencia.

Todos los estudios señalan que la solución no está en la política industrial a nivel microeconómico.  El papel del gobierno no es el de decidir por el empresario qué industrias se deben desarrollar o en dónde se debe invertir.  El papel del gobierno es más bien el de asegurar que los mercados sean lo más competitivo posibles y que los incentivos económicos sean funcionales y no tengan distorsiones.  La eliminación de distorsiones abarca el abatimiento inflacionario, la desregulación y la simplificación administrativa.  Sin embargo, esto tiene que ser una realidad y no un discurso político.

Pero al final de cuentas, regresamos a lo más esencial de todo: el gobierno debe impulsar una política educativa mucho más activa y con un mayor alcance.  Necesitamos un pueblo más capacitado, más preparado para tomar decisiones.  Esta es la única política que nos dará el crecimiento económico que necesitamos.


Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx




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