Pulso Económico
Los Rumores y los Malos Deseos
Por: Jonathan Heath
El rumor es un fenómeno sociológico interesante. Se ha estudiado mucho cómo se origina, cómo se difunde y los efectos que tiene sobre la economía, la política y la sociedad en general. A veces existe un rumor que por su propia fuerza se convierte en realidad. Un ejemplo bien claro es el rumor de una devaluación. La gente empieza a escuchar el rumor y compra dólares. Se agotan las reservas de divisas y se provoca una devaluación.
En estos casos, es muy importante tratar de entender cómo se origina. En el caso especifico de una devaluación, el rumor normalmente empieza porque existe uno que otro indicador que apunta hacia la necesidad de un ajuste cambiario. Por ejemplo, la existencia de un déficit muy elevado en la cuenta corriente o un periodo largo en que el peso se ha apreciado y por lo tanto, ha perdido competitividad. Dado que hemos tenido varias experiencias muy negativas con las devaluaciones, el rumor se extiende rápidamente y la gente empieza a comprar más dólares, provocando al final de cuentas la propia devaluación.
Sin embargo, existe otro tipo de rumores que son más bien de origen político. A veces estos rumores empiezan porque alguien averiguó anticipadamente un hecho y lo empieza a difundir, por ejemplo, la renuncia de algún funcionario público. En otras ocasiones, resulta que algún grupo político dentro del propio gobierno lanza un buscapiés para tratar de medir el sentimiento popular sobre algún tema, por ejemplo, el rumor de hace unos años de que Salinas quería modificar la Constitución para poder reelegirse.
No obstante, existe otro tipo de rumor cuyo origen no está basado en algún hecho concreto o información privilegiada, sino más bien en los deseos de algunas personas. Empiezan a expresar su opinión sobre algo que les gustaría que pasara, aunque saben bien que sería casi imposible, y se inicia la difundir como un rumor distorsionado sobre algo que pudiera pasar. Este es el caso específico del rumor de la supuesta renuncia presidencial.
Algunas personas de oposición, aprovechando la situación tan delicada del país, empiezan a expresar su opinión de que el Presidente debería renunciar. Aunque dicen que es por falta de liderazgo y resultados económicos tan pobres, la razón de fondo, es que quieren aprovechar la situación política para tratar de jalar agua a su molino. Dado que la economía está sufriendo su crisis más grave desde los años treinta y el sistema político está en plena transición, algunas personas compran la idea y la empiezan a difundir. Poco a poco se va convirtiendo en un rumor. En particular, este rumor cobró algo de fuerza el año pasado, pero la fue perdiendo con el tiempo por lo absurdo de su contenido.
No obstante, existen algunas personas a las que les encantaría que pasara lo peor para aprovechar la ocasión, más por sus ambiciones personales que por el bien del país. Este es el caso de Humberto Musacchio, quien dedicó su columna editorial en este periódico el pasado martes 21 de mayo al tema. Es un ejemplo clásico de confundir un rumor que tiene sustento, con los deseos personales de una persona o un grupo. Es un artículo sumamente sesgado y amañado, con profundas manipulaciones para expresar un punto de vista personal como si fuera una realidad generalizada.
El editorial empieza con la afirmación de que el rumor de la renuncia presidencial es generalizado y que ya no es sobre la factibilidad del hecho, sino en torno a la fecha más conveniente. Aquí quiere dejar la impresión de que toda la sociedad acepta el rumor como un hecho y ya nada más queda definir cuándo. Podrá ser que esta persona y un grupo amplio de intelectuales y miembros de la oposición opinen que esto es lo que les gustaría que pasara. Pero pensar que sea algo cercano a la realidad raya en lo absurdo.
Según esto, hoy cobra fuerza este rumor porque a los 18 meses de la asunción presidencial las cosas no mejoran, aunque se haya pasado de lo peor a lo simplemente malo. Este es un juicio muy parcial, equivalente a ver el vaso medio vacío y concluir que está completamente vacío. Tenemos que reconocer que todavía falta mucho, más bien muchísimo por mejorar. Sin embargo, la situación de hoy en día dista mucho de lo que era hace un año.
Hace un año teníamos un problema grave de iliquidez, que amenazaba pasar a uno de insolvencia. Hoy hemos superado este problema, amortizando el saldo total de los Tesobonos y poco a poco reestructurando la deuda externa a más largo plazo. Hoy en día el tipo de cambio se ha estabilizado y la inflación va a la baja. Las tasas de interés, que contienen un componente importante de riesgo país, van bajando rápidamente. Gracias a la apertura económica, hemos podido incrementar nuestras exportaciones, creando nuestra propia fuente de divisas. Las políticas monetaria y fiscal se han manejado con prudencia, garantizando una estabilidad que será la base futura de la recuperación. Hoy tenemos indicios de que la economía podrá recuperarse y el tropiezo no será permanente.
Definitivamente tenemos mucho por recorrer. Pero esto no significa que nos hemos estancado en una crisis sin fin y sin remedio. El camino hacia la recuperación es lento y largo. Pero eso no significa que no exista el camino.
Estoy totalmente de acuerdo que es innegable la profunda insatisfacción que recorre el país. Sin embargo, a pesar de todo, cada vez escucho más gente que empieza a hablar bien de los esfuerzos del gobierno y que comenta que existe esperanza. Hace un año, nadie hablaba de esperanza sino únicamente de desesperación.
Afortunadamente, el Presidente ha sido obstinado en su enfoque de estabilizar la economía y sentar las bases para el crecimiento futuro. Si hubiera escuchado a los seudo-líderes empresariales o a otro grupo de opinión, estaríamos en una situación peor. Tenemos que aceptar el hecho de que no existen caminos fáciles. No existen opciones viables mejores al camino tomado. Claro está que a nivel de detalle, algunas decisiones podrían haber sido mejores. Pero el rumbo general de la política económica es la adecuada.
Se menciona que el disgusto se expresa en todas partes y que proviene de algo más que el desastre económico. Sin lugar a dudas tenemos muchos problemas, como los tienen la gran mayoría de los países. En estos tiempos, la disidencia y la crítica son elementos esenciales para presionar el cambio y buscar fórmulas mejores. Hay evidencia concreta de avances logrados gracias a estas presiones. Sin embargo, la crítica debería ser constructiva y no destructiva. Debemos buscar soluciones y no quedarnos en el análisis del problema. Hasta ahora la gran mayoría ha presentado diagnósticos impresionantes de lo que está mal, pero escasamente acompañado de políticas concretas y viables. No hay duda de que estamos mal, pero sí hay dudas acerca de las opciones presentadas.
Sin lugar a dudas, nuestro sistema político es obsoleto. Un sistema autoritario, sin representación genuina, sin la aplicación del estado de derecho y con arbitrariedades generalizadas no solamente ha dejado de ser funcional, sino que representa todo lo que queremos cambiar como sociedad. No obstante, estamos en una etapa de transición. El cambio se manifiesta todos los días y en muchos aspectos. La aparente vulnerabilidad y falta de poder del Presidente actual es precisamente producto de esta transición. Pero una cosa es que nos gustaría que el cambio se diera más rápido o más ordenado y otra es que nos gustaría que el cambio nos favoreciera en lo personal. Al final de cuentas, lo último no sería un cambio del sistema sino únicamente de las personas.
Si bien como nos dicen que los rumores influyen en decisiones sobre la inversión y en otros proyectos, ¿como nos explicamos los 6,964 millones de dólares de inversión extranjera directa que entraron al país el año pasado, siendo este monto el segundo más alto para un año en nuestra historia? Los verdaderos hombres de negocios saben bien que nuestro país no ha muerto y que existen todavía muchas oportunidades.
No es un hecho grave el que se discuta la dimisión del Presidente, voluntaria o negociada. Este es el derecho innegable de la disidencia. Más bien el hecho grave es pretender generalizar una opinión minoritaria como un clamor generalizado de la sociedad. La solución está en las urnas. Si no nos gusta la crisis y su manejo, simplemente votemos por otro partido.
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