jueves, 16 de mayo de 1996

¿Por qué no Podemos Crecer Como Antes?

 

Pulso Económico


¿Por qué no Podemos Crecer Como Antes?

                                                                                                    Por: Jonathan Heath


Mucha gente ha preguntado por qué no podemos volver a crecer como lo hicimos entre 1940 y 1980.  Bajo el esquema de sustitución de importaciones, nuestro país logró una tasa de crecimiento superior al 6 por ciento promedio anual por un periodo de cuatro décadas.  Durante ese tiempo, teníamos mucho de los hoy llamados pecados económicos: subsidios, proteccionismo, intervención gubernamental, empresas públicas y regulaciones.  Sin embargo, los resultados fueron muy buenos.
Inclusive, durante una parte importante de ese periodo teníamos una inflación similar a la de nuestros socios comerciales, el sueño eterno del Banco de México.  Antes de los años setenta, el tipo de cambio estaba fijo, sin problemas de valuación y no teníamos un endeudamiento excesivo.  Parte de la clave era que teníamos políticas fiscal y monetaria prudentes.  Sin embargo, teníamos una economía cerrada que funcionaba muy bien.  ¿Por qué se han empeñado las autoridades en abrir la economía y dejar de proporcionar una protección fundamental a nuestra industria?
Antes crecíamos y ahora no.  Hoy en día la mortandad empresarial es enorme, mientras que bajo el esquema anterior surgían cada día nuevas empresas.  En aquel entonces no teníamos problemas de inflación ni de sobre endeudamiento, mientras que ahora ambos nos ahogan.  El costo del capital era muy accesible y hoy no lo es.  Todo parece indicar que la solución obvia y relativamente fácil es regresar al esquema anterior: prudencia fiscal y monetaria con una economía cerrada en la que el gobierno corrige las múltiples fallas del mercado.  ¿Por qué se ha escogido un camino tan tortuoso y complejo, cuyos resultados son desastrosos?
Las respuestas a estas preguntas son vitales.  Resulta sumamente importante entender por qué funcionaba ese esquema anteriormente, pero que hoy en día ya no podría.  Son dos las razones básicas.  Primero, fue un esquema de desarrollo que sí bien dio resultados en un momento dado, terminó por agotarse.  Segundo, las condiciones iniciales fueron muy distintas y sería imposible regresar a ellas.
En el esquema de sustitución de importaciones, la industria crece bajo una protección fundamental del exterior.  Esto brinda a las empresas la oportunidad de desarrollarse sin presiones para ser competitivas.  Aunque no con mucha eficiencia, las empresas empiezan a crecer y a generar empleos.  Sin embargo, eficiencia y competitividad son conceptos que se relegan a un segundo término, dado que el desarrollo de la base industrial apenas se empieza a dar.  El resultado es que la tasa de retorno sobre cualquier actividad interna es muy superior a cualquier actividad de exportación.  Por lo mismo, cada vez las exportaciones son menores, ya que todas las inversiones van hacia el mercado interno.
Dado que el país no tiene un nivel de ahorro interno muy elevado, siempre se ha necesitado traer capital del exterior.  Visto desde otro ángulo, dado que se necesita importar ciertos insumos básicos, siempre ha sido esencial tener una fuente de divisas para financiar estas importaciones.  Sin embargo, dado que el incentivo para exportar era cada vez menor, las divisas se tenían que conseguir a través de otros medios.  Como no se estimulaba mucho la inversión extranjera directa, la única forma era a través del endeudamiento externo.  Este se fue acumulando con el tiempo hasta que llegó a un nivel insostenible.  Parte del problema era que las divisas que pedíamos prestadas al exterior no se invertían en actividades que pudieran generar más divisas para pagar las deudas.  De esta forma, al exportar cada vez menos y contratar cada vez más deuda, la brecha entre la oferta y la demanda de divisas simplemente dejar de cuadrar.  Llegó un momento en que la carga de la deuda era demasiada elevada y el riesgo de prestarnos más era muy grande.


En pocas palabras, el esquema se agotó.  Para que pudiera volver a funcionar, necesitábamos disminuir de nuevo la carga de la deuda o bien, estimular las exportaciones.  Disminuir la carga de la deuda externa por sí sola era muy difícil y por lo tanto, se escogió la alternativa de la exportación.  Lo primero nos hubiera comprado tiempo, pero tarde o temprano tendríamos que regresar a la misma situación.
No obstante, también debemos tomar en cuenta que las condiciones iniciales (hace más de cincuenta años) fueron muy distintas e imposibles de repetir.  Casi por única vez en nuestra historia, partimos en 1942 de una situación fuera de serie que nos permitió crecer por arriba del 6 por ciento por más de cuarenta años.  En 1942 hubo una renegociación de la deuda externa que limpió por completo el peso de la deuda.  Es decir, arrancamos virtualmente de una situación de cero deuda.  Nunca había sido el caso antes ni parece ser que podrá ser el caso en el futuro.  Tuvimos una oportunidad de oro que desafortunadamente no aprovechamos al máximo.
Dado que el gobierno posrevolucionario repudió la deuda contratada por Victoriano Huerta, la comunidad financiera internacional rehusaba prestarnos dinero.  Como resultado, no pudimos crecer mucho durante las dos décadas siguientes a la revolución.  Sin embargo, en 1942 se logró una quita equivalente al 90 por ciento de nuestra deuda, con un plazo de 30 años para pagar el 10 por ciento restante, de los cuales los primeros 20 fueron de gracia.  En otras palabras, la comunidad financiera internacional, por presiones de la segunda guerra mundial, nos condonó básicamente toda la deuda.
De esta forma, arrancamos a principios de los años cuarenta sin carga de deuda externa.  En ese momento teníamos que buscar un esquema de desarrollo que nos permitiera crecer sin volver a caer en los mismos vicios de antes.  Esto significaba un modelo que pudiera generar sus propias necesidades de divisas y que fomentara el ahorro.
En ese momento, se escogió la sustitución de importaciones dado que nuestra base industrial era incipiente.  Teníamos que proteger la economía al principio de una competencia desmesurada.  Funcionó por un buen tiempo porque se aplicó una política monetaria y fiscal prudente y no se tenía una carga de deuda.  Sin embargo, al final de cuentas fracasó porque se abandonó la prudencia y nunca se quitó la protección interna.  Lo primero aceleró el endeudamiento, mientras que lo segundo nunca pudo alentar la generación adecuada de divisas.
Desafortunadamente, es casi imposible pensar en otra situación que pudiera brindar una quita casi total de la deuda externa.  Sin embargo, las lecciones son importantes.  Primero, la prudencia fiscal y monetaria son básicas.  Ningún esquema de desarrollo funciona sin ella.  Segundo, necesitamos un modelo que estimule la generación de divisas.  Sin divisas no podemos crecer, pero tampoco podemos seguir incrementando nuestro nivel de endeudamiento.
Una solución que, ante las lecciones del pasado, debemos seguir.

Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


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