jueves, 9 de mayo de 1996

La Importancia de la Estabilización

 

Pulso Económico


La Importancia de la Estabilización


Por: Jonathan Heath


Mucha gente ha cuestionado la importancia de la estabilidad económica.  Han dicho que la obsesión de abatir la inflación se ha llevado más allá de lo necesario, cuando las prioridades actuales son otras.  Se ha hablado mucho de cambiar el modelo actual y adecuar la política económica hacia el verdadero desarrollo del país.

Este cuestionamiento surge en un momento en que ha existido una convergencia notoria a nivel mundial sobre qué es lo que debe incluir la estrategia de política económica para el desarrollo.  Esta estrategia incluye rectitud fiscal, política cambiaria competitiva, libre comercio, privatizaciones, precios de mercado sin distorsiones y menos intervención del gobierno.  La creencia de la eficacia y necesidad de estas políticas ha unificado a la gran mayoría de los economistas profesionales que se interesan en los temas relacionados con el desarrollo económico.

En este sentido, hemos visto reformas similares en una gran mayoría de los países latinoamericanos como Bolívia, Argentina, Perú, Colombia, Brasil y Chile; en virtualmente todos los países de Europa Oriental, incluyendo a Rusia y los demás países de la ex Unión Soviética; en países de Africa, Asia y el Medio Oriente; e inclusive, en algunos países de la OCDE como Portugal, España, Gran Bretaña y Australia.  Hasta el ejemplo clásico de una economía cerrada, de sustitución de importaciones, como la de la India, también ha participado en estas reformas.

Precisamente por esto, resulta de sumo interés un artículo de Dani Rodrik dela Universidad de Columbia, titulado “Understanding Economic Policy Reform” (Entendiendo la Política Económica de la Reforma) publicado en el último número del Journal of Economic Literature.  Rodrik realiza un análisis por lo demás sumamente interesante para tratar de contestar varias pregundas que han surgido a raíz de todas las reformas que se han realizado a nivel mundial.  ¿Por qué coincidieron ahora tantos países en implantar reformas estructurales, después de décadas de políticas opuestas?  ¿Por qué, en muchos casos, estas políticas no han sido popularmente aceptadas?  ¿Cuáles han sido los motivos políticos que han empujado al cambio?  ¿Cuáles son los costos de las reformas en el corto plazo?

En particular, el profesor Rodrik pone mucho énfasis en la distinción entre (a) las políticas macroeconómicas que buscan la estabilidad económica, como son las monetaria, fiscal y cambiaria, y (b) las políticas de liberación, que buscan la reforma estructural y el crecimiento, como son la desregulación, la apertura comercial, la eliminación de distorsiones en precios y la privatización.  Ha sido muy común combinar estos dos grupos de políticas bajo una sola categoría, dado que han coincidido en casi todos los esfuerzos de reforma observados durante la última década.

Para empezar, las dos tienen un fundamento teórico muy diferente el uno al otro.  El consenso sobre qué debe constituir una reforma estructural está basado en fundamentos teóricos y empíricos mucho más débiles que el consenso sobre la necesidad de la estabilidad macroeconómica.  Si examinamos las experiencias exitosas de los países asiáticos, encontramos que la nueva ortodoxia ha tendido a producir una versión muy sesgada sobre qué se debe reformar y qué no.  Se ha difundido que para que un país sea exitoso, debe llevar a cabo muchas políticas orientadas a disminuir la participación del gobierno y utilizar mucho más al mercado como mecanismo principal de asignación de recursos.

Lo que argumenta Rodrik es que bajo el rubro de sustitución de importaciones, se han catalogado muchas políticas que no tienen nada que ver con su funcionamiento como la indisciplina fiscal y el tipo d cambio sobrevaluado.  Esto ha pasado dado que facilita la descripción de una economía cerrada por la coincidencia, en la mayoría de los casos, con un política populista de déficit fiscales.  Sin embargo, esto dificulta el análisis de por qué fracasó este esquema de desarrollo.  El problema generado es que se atribuye el fracaso a las políticas microeconómicas, cuando el verdadero culpable son las políticas macroeconómicas insostenibles.

El ejemplo que utiliza Rodrik es el de un país que lleva a cabo ciertas restricciones a la importación, junto con una política de sobrevaluación cambiaria.  El efecto de la restricción a las importaciones va a hacer que disminuya el comercio y seguramente va a ocasionar una asignación ineficiente de recursos. Sin embargo, por sí solas estas restricciones no van a causar una inestabilidad económica ni deben reducir mucho las posibilidades de crecimiento en el largo plazo.

Sin embargo, el efecto del tipo de cambio sobrevaluado es muy diferente.  Por definición, resulta en un déficit comercial elevado e insostenible, que provoca una crisis en la balanza de pagos.  Por lo tanto, los desajustes en el tipo de cambio están directamente vinculados a la inestabilidad económica y al deterioro de las posibilidades de crecimiento en el mediano y largo plazos.  La confusión entre estas dos políticas lleva a muchos estudios empíricos a concluir equivocadamente que la falta de apertura comercial limita las posibilidades de crecimiento de un país.

Lo que Rodrik concluye es que, sin lugar a dudas, las políticas de déficit fiscal, expansión monetaria y monedas sobrevaluadas, crean inestabilidad económica y limitan seriamente las posibilidades de crecimiento.  Sin excepción, los déficit son malos para el crecimiento.  Esto significa que independientemente de cualquier política de liberación que queramos realizar (privatizaciones, mayor apertura, desregulaciones, eliminación de subsidios, etc.), no vayamos a relajar las políticas monetaria o fiscal.  Podemos discutir la necesidad de acelerar el proceso de privatización y de alargar el periodo de apertura comercial, pero no ceder en la necesidad de eliminar la inestabilidad económica.

Si fallamos en acelerar las políticas de cambio estructural, provocaremos una asignación menor a la óptima en nuestros recursos.  Seremos menos eficientes de lo que pudiéramos ser, pero podremos seguir creciendo.  Sin embargo, si fallamos en eliminar la inestabilidad, provocaremos menos crecimiento econpomico y por lo tanto, menos bienestar para todos.  En pocas palabras, lo primero lo podemos discutir y negociar; lo segundo debería estar fuera de discusión.

Por lo mismo, sorprenden los comentarios de aquellos que promueven abandonar los esfuerzos por estabilizar la economía como primer prioridad y promover el populismo financiero.


Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


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