viernes, 29 de diciembre de 1995

El Año en Retrospectiva

 

Pulso Económico


El Año en Retrospectiva


Por: Jonathan Heath®


Para la gran mayoría de las personas queda claro lo que pasó en 1995.  Fue un año en el que se tuvo que lidiar con los efectos de una devaluación sorpresa y el derrumbe de la promesa salinista de acercarnos al primer mundo.  Fue un año en el que la actividad económica se derrumbó, el desempleo se agudizó, las tasas de interés se elevaron sustancialmente y regresó la inflación.  Al mismo tiempo que se sintió que las oportunidades de un progreso económico se desvanecían para la mayoría, el ambiente político se complicó aún más, dejando un amargo sabor de boca.

El tamaño de la debacle se puede medir a través de las metas económicas originales.  Según Jaime Serra, el entonces Secretario de Hacienda, tanto el crecimiento económico como la inflación, iban a alcanzar el 4 por ciento, mientras que el déficit en la cuenta corriente podría permanecer cerca del 8 por ciento del PIB.  La brecha entre estas metas y la realidad ha sido brutal.

Algunos podrían pensar que la reducción del déficit de la cuenta corriente, de 7.8 por ciento del PIB el año pasado a casi 0 por ciento este año, fue una hazaña notable.  Sin embargo, el déficit externo es el reflejo de la cantidad de ahorro externo que entre al país.  El hecho de que se eliminó el déficit no es signo de alegría, sino más bien de tristeza, dado que fue el resultado de una ausencia total de ahorro del exterior.  Esta ausencia de ahorro no fue producto de una política monetaria restrictiva o de una política cambiaria de flotación.  Más bien fue producto de una ausencia de interés y de confianza en nuestro país por parte del resto del mundo.  Fue el resultado del mal conducción de la política económica en 1994 y de la manera en que se manejó la devaluación en diciembre del año pasado.

Obviamente, la brecha entre las metas iniciales y los resultados finales es abismal.  Sin embargo, aún existe una brecha importante si tomamos las metas revisadas (por segunda ocasión), de marzo pasado.  Según el gobierno, la actividad económica iba a caer en 2 por ciento, mientras que la inflación alcanzaría 42 por ciento.

Aquí el gobierno se justifica sosteniendo que la depreciación del tipo de cambio fue mucho más de lo que se podría anticipar y esto tuvo un efecto sobre la inflación.  Esto a su vez, hizo que las tasas de interés estuvieran mucho más elevadas y provocaron un daño mayor al sistema bancario, a las carteras vencidas y a la capacidad del sistema financiero para ayudar a la economía.  Una buena parte del problema es que hoy en día, en comparación con la crisis de 1982-83, la mayoría de las personas eran deudoras netas del sistema bancario.

No obstante, el gobierno falló en el cumplimiento de muchas de sus metas que sí estaban a su alcance.  La expansión del crédito interno neto del Banco de México estuvo sustancialmente por arriba del techo fijado (y acordado con el FMI).  La acumulación de reservas internacionales netas de los pasivos con el FMI, fue menor al acuerdo internacional.  La expansión de la base monetaria fue mayor a lo que nos informaron en febrero pasado que iba a ser.

Todavía no tenemos la información del cierre de las finanzas públicas, pero al tercer trimestre el superávit era sumamente grande.  El gobierno anunció que iba a tener un déficit público importante en el cuarto trimestre para ayudar a reactivar la economía, pero sin dejar de cumplir con la meta acordada con el FMI.  Según lo último que nos informaron, el gobierno otorgó aguinaldos inmensos para poder cumplir con esta meta.

Los optimistas señalan que hubo muchos factores positivos durante este año (a pesar de todo).  Al país no se le negó el regreso al mercado financiero internacional; pudo realizar con éxito una buena cantidad de colocaciones internacionales.  La parte más apremiante de la crisis, que fue el problema de los Tesobonos, se pudo resolver satisfactoriamente; se amortizaron cerca de 29 mil millones de dólares.  Las exportaciones aumentaron sustancialmente, mientras que las importaciones se redujeron moderadamente; no se instrumentaron controles cuantitativos como se hizo en 1982-83.

Al final de cuentas, tenemos que reconocer que una buena parte de todos los problemas experimentados en 1995, no fueron simplemente producto de la devaluación.  Nuestro país está pasando por una transformación profunda de una economía cerrada, caracterizada por controles, subsidios, regulaciones y un estado obeso, a una economía abierta, que se caracterizará más por las fuerzas del mercado.  Lo que ha pasado no es una falla del nuevo sistema mucho más abierto y neoliberal.  Lo que ha pasado es que el costo de la transformación ha sido mucho más elevado  y prolongado de lo que nos habíamos imaginado.

Si queremos una economía más eficiente, muchas empresas tendrán que quebrar y muchos obreros tendrán que perder su empleo.  Poco a poco surgirán nuevas empresas y más empleos.  Sin embargo, el costo tan inmenso de esta transformación nos rebasó.  Los funcionarios nunca nos informaron bien sobre el costo que tendríamos que pagar, en buena parte porque ellos mismos no lo supieron calcular.

Ahora termina este año que sin lugar a dudas ha sido el peor de mucho tiempo.  Sin embargo, la transformación todavía no termina.  Esto significa que el futuro inmediato no va ser demasiado promisorio.  Será una mejoría muy lenta y tardada.  Pero cuando salgamos de este estancamiento y dejemos atrás el país de anteayer, deberemos acercarnos a un futuro mejor.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


jueves, 21 de diciembre de 1995

En Defensa de los Déficits

 

Pulso Económico


En Defensa de los Déficits


Por: Jonathan Heath®


Hoy en día se maneja que la devaluación de hace un año fue necesaria, dado que teníamos un déficit demasiado elevado e insostenible en cuenta corriente.  Ahora que se ha puesto de moda revisar los errores de diciembre y las causas de la devaluación, me parece muy interesante el articulo titulado “En Defensa de los Déficits” que publica la revista The Economist, en su edición de esta semana.

El gobernador del Banco de México, Miguel Mancera, justificó en más de una ocasión el déficit elevado en nuestra cuenta corriente, con la tesis de que un déficit elevado en sí no era malo.  Dado que no teníamos un déficit fiscal, el déficit externo era producto de las decisiones racionales de inversión del sector privado.  No era el único que sostenía esta tesis. El ex-ministro de Inglaterra, Nigel Lawson, estableció este mismo principio que se llegó a conocer como la doctrina Lawson. 

Sin embargo, cuando nuestro déficit externo llegó el año pasado a casi 8 por ciento del PIB, y estaba financiado principalmente por nuestras reservas, muchos veían que tal situación era insostenible.  Cuando culminó en una devaluación devastadora, provocando la peor recesión que ha tenido el país desde los años treinta, esta doctrina cayó en un descrédito casi total.

Por lo mismo, resulta una coincidencia curiosa, que exactamente en el aniversario de la devaluación, The Economist salga en defensa de esta doctrina.  En el articulo, mencionan ampliamente a México, dado que es un caso muy obvio en que la doctrina no se pudo sostener.

Pero al final de cuentas, lo importante son las lecciones que podemos derivar de nuestra experiencia en el marco de esta doctrina.  Seguramente, si la economía mexicana se recupera, al paso de algunos años, volveríamos a tener un déficit externo.  No podemos pensar automáticamente que nuestra moneda estará sobrevaluada.  Más bien tenemos que observar cómo se van desenvolviendo la situación y las circunstancias específicas en el momento.

Por lo pronto, The Economist señala que un déficit externo no es necesariamente peligroso.  Lo que significa un déficit es que el país se está endeudando más con el exterior.  Esto puede ser prudente siempre y cuando las razones del endeudamiento sean las correctas.  Las preguntas que se tienen que hacer son: ¿Está demasiado bajo el ahorro interno?  ¿Está demasiado baja la inversión interna?  ¿Se está utilizando el dinero prestado para inversiones productivas?

Al final de cuentas, lo que importa no es que el déficit crezca o disminuya, sino que se conserve la habilidad para mantener el servicio de la deuda.  Para esto, sugiere The Economist, la primera prueba de un déficit externo que tenga sentido, es que se esté utilizando para financiar una inversión productiva.

Con todo y el avance tan marcado en la globalización, los mercados de capital todavía no se encuentran completamente integrados.  Esto significa que la oferta de fondos del exterior tiene un límite.  De aquí se deriva la segunda prueba sobre lo saludable de un déficit externo: la forma y madurez de los flujos financieros que entran al país.

Si aplicamos estas pruebas a nuestro país bajo las circunstancias en que se encontraba antes de la devaluación, podemos llegar a ciertas conclusiones, las cuales deben servir como lecciones para nuestro futuro.  Primero, el déficit externo que teníamos no era malo en sí mismo.  Segundo, una buena parte de los fondos que entraban al país sí tuvieron un uso productivo: en muchos casos se utilizaron para financiar la modernización de plantas productivas.  Tercero, dado que el déficit iba en aumento al mismo tiempo que nuestro ahorro interno decrecía, una parte importante de estos recursos se destino a financiar consumo en vez de inversión.  Cuarto, la mayoría de los flujos que entraban al país eran de corto plazo.  Nuestro problema de fondo no era el tamaño de nuestra deuda externa, sino más bien la estructura temporal.

Esto significa que el crecimiento del déficit externo no era lo preocupante, sino más bien el hecho de que se descuidó el proceso del ahorro interno, aunado a que los instrumentos de financiamiento utilizados fueron en su mayoría de corto plazo.

Esta conclusión en sí no es nueva; la habíamos oído antes.  No obstante, lo interesante es lo que no se dice: el problema de fondo no era una sobrevaluación del peso.  En otras palabras, si hubiéramos instrumentado políticas de fomento al ahorro interno y hubiéramos ofrecido instrumentos de mayor plazo a los inversionistas extranjeros, no hubiéramos terminado en una devaluación tan trágica.

Quizás sería algo ingenuo afirmar que el tamaño de nuestro déficit en 1994 era sostenible.  Sin embargo, un ajuste en la política económica dirigida a disminuir el tamaño en sí ,podría haber sido posible, siempre y cuando el ahorro interno hubiera sido mayor.  En este sentido, el artículo de The Economist le está dando la razón al Gobernador Mancera y al Presidente Zedillo.


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miércoles, 13 de diciembre de 1995

El Programa de Política Monetaria Para 1996

 

Pulso Económico


El Programa de Política Monetaria Para 1996


Por: Jonathan Heath®


La critica a la política económica de este año ha sido muy amplia.  No es para menos, se consideramos que la inflación terminará por arriba del 50 por ciento, la tasa de desempleo (incluyendo a todos los que ganan menos de un salario mínimo) se ubicará cerca de 25 por ciento y la caída en la actividad económica podrá ser hasta 7 por ciento.

Dentro de esta crítica generalizada, una de las partes que ha recibido mucha atención ha sido la política monetaria.  Algunos han criticado la aparente obsesión del Banco de México por abatir la inflación y evitar cualquier indicio de expansión monetaria.  Ellos mantienen que ha sido la política monetaria la que ha inducido la recesión actual a través de una restricción crediticia masiva.

Otros han criticado a las autoridades monetarias de ser muy cerrados en su enfoque y de no explorar alternativas, como la de buscar un abatimiento inflacionario más gradualista.  Citan frecuentemente al caso Chileno, en que buscaron una reducción paulatina pero constante en la inflación; sus resultados en cuanto a estabilidad son hoy en día envidiables.

Han existido otros que han criticado al Banco de México de no ser lo suficientemente restrictivo.  Estos creen que la solución completa esta en la política monetaria.  El hecho de que la inflación vaya a terminar en 52-53 por ciento es resultado de una expansión indebida en el crédito interno neto del banco.

Por último, existe mucha critica en cuanto a la política de divulgación del Banco.  La nueva información dada a conocer semanalmente es incompleta y confusa.  El FMI esta juzgando a la política monetaria bajo parámetros diferentes, los cuales no han querido divulgar.  Los resultados han sido falta de credibilidad y confianza en nuestras autoridades monetarias.  Si hay alguien que haya leído esta columna con anterioridad, definitivamente me podrán ubicar en este último renglón.

El programa de política monetaria para 1996, de alguna forma u otra, responde a todas las diferentes criticas.  Han escuchado a las sugerencias en cuanto a la divulgación de información, lo cual muestra una actitud abierta.  En el programa, se presentan la mayoría de las metas trimestrales y cambian las definiciones utilizadas para acercarse más a los estándares internacionales.  Aunque es una política que busca todavía reducir fuertemente la inflación, permite una ligera remonetización.

El programa no busca evitar cualquier indicio de expansión monetaria, como ha sido criticado.  Se anticipa un aumento de la base monetaria de 28.6 por ciento para el cierre del año entrante, arriba de la inflación esperada y el crecimiento real de la economía.  De esta forma se busca acomodar un aumento en la demanda de dinero que deberá resultar de la recuperación económica y la baja en inflación.

No obstante, tampoco podemos ir al otro extremo y decir que esto representa una relajación de la política monetaria.  La inflación termino arriba del 50 por ciento como resultado de la mayor depreciación del tipo de cambio.  Los quienes vaticinaban que el año entrante la inflación podría terminar entre 75 y 100 por ciento debido a la expansión permitida en la base monetaria hacia fines de este año, mostraron estar más allá de una simple equivocación.  Tal y como lo hace el Banco de México, resulta indispensable considerar los factores estacionales durante el año.

Por último, me parece muy positivo que el Banco de México escucha las criticas constructivas y que los tome en cuenta.  La utilización de definiciones propias de reservas diferentes a las del FMI, no solamente confundía a mucha gente, sino que le restaba credibilidad a la propia institución dado que se prestaba a pensar que había manipulación de datos.  De igual manera, la no divulgación de todas las metas daba la impresión de que se quería cubrir algo ilegal o indebido.

Aunque ya conocemos los detalles del programa, falta conocer la nueva divulgación semanal de las cifras.  Esta tiene que ser mucho más clara y explícita a la versión actual.  Debe evitar que analistas tengan que manipular los datos para llegar a obtener la cifra precisa.  Debe incluir todas las anotaciones metodológicas y fórmulas específicas.  Debe incluir las diferentes definiciones de reservas (ya que cada definición nos explica algo diferente).

Durante la presentación del programa, uno de los funcionarios de la Institución subrayo el hecho de que la política de divulgación del Banco de México es de las mejores del mundo, dando como ejemplo el Bundesbank de Alemania, que casi no da a conocer información alguna.  Sin embargo, muy pocos dudan de la efectividad del Banco Central de ese país.  Las constantes devaluaciones y sus consecuencias inflacionarias en nuestro país nos han hecho dudar de las políticas e instituciones monetarias.  Ahora con la autonomía, el Banco de México tiene mucho que probar.  Una buena política de divulgación es un buen comienzo.


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