jueves, 21 de diciembre de 1995

En Defensa de los Déficits

 

Pulso Económico


En Defensa de los Déficits


Por: Jonathan Heath®


Hoy en día se maneja que la devaluación de hace un año fue necesaria, dado que teníamos un déficit demasiado elevado e insostenible en cuenta corriente.  Ahora que se ha puesto de moda revisar los errores de diciembre y las causas de la devaluación, me parece muy interesante el articulo titulado “En Defensa de los Déficits” que publica la revista The Economist, en su edición de esta semana.

El gobernador del Banco de México, Miguel Mancera, justificó en más de una ocasión el déficit elevado en nuestra cuenta corriente, con la tesis de que un déficit elevado en sí no era malo.  Dado que no teníamos un déficit fiscal, el déficit externo era producto de las decisiones racionales de inversión del sector privado.  No era el único que sostenía esta tesis. El ex-ministro de Inglaterra, Nigel Lawson, estableció este mismo principio que se llegó a conocer como la doctrina Lawson. 

Sin embargo, cuando nuestro déficit externo llegó el año pasado a casi 8 por ciento del PIB, y estaba financiado principalmente por nuestras reservas, muchos veían que tal situación era insostenible.  Cuando culminó en una devaluación devastadora, provocando la peor recesión que ha tenido el país desde los años treinta, esta doctrina cayó en un descrédito casi total.

Por lo mismo, resulta una coincidencia curiosa, que exactamente en el aniversario de la devaluación, The Economist salga en defensa de esta doctrina.  En el articulo, mencionan ampliamente a México, dado que es un caso muy obvio en que la doctrina no se pudo sostener.

Pero al final de cuentas, lo importante son las lecciones que podemos derivar de nuestra experiencia en el marco de esta doctrina.  Seguramente, si la economía mexicana se recupera, al paso de algunos años, volveríamos a tener un déficit externo.  No podemos pensar automáticamente que nuestra moneda estará sobrevaluada.  Más bien tenemos que observar cómo se van desenvolviendo la situación y las circunstancias específicas en el momento.

Por lo pronto, The Economist señala que un déficit externo no es necesariamente peligroso.  Lo que significa un déficit es que el país se está endeudando más con el exterior.  Esto puede ser prudente siempre y cuando las razones del endeudamiento sean las correctas.  Las preguntas que se tienen que hacer son: ¿Está demasiado bajo el ahorro interno?  ¿Está demasiado baja la inversión interna?  ¿Se está utilizando el dinero prestado para inversiones productivas?

Al final de cuentas, lo que importa no es que el déficit crezca o disminuya, sino que se conserve la habilidad para mantener el servicio de la deuda.  Para esto, sugiere The Economist, la primera prueba de un déficit externo que tenga sentido, es que se esté utilizando para financiar una inversión productiva.

Con todo y el avance tan marcado en la globalización, los mercados de capital todavía no se encuentran completamente integrados.  Esto significa que la oferta de fondos del exterior tiene un límite.  De aquí se deriva la segunda prueba sobre lo saludable de un déficit externo: la forma y madurez de los flujos financieros que entran al país.

Si aplicamos estas pruebas a nuestro país bajo las circunstancias en que se encontraba antes de la devaluación, podemos llegar a ciertas conclusiones, las cuales deben servir como lecciones para nuestro futuro.  Primero, el déficit externo que teníamos no era malo en sí mismo.  Segundo, una buena parte de los fondos que entraban al país sí tuvieron un uso productivo: en muchos casos se utilizaron para financiar la modernización de plantas productivas.  Tercero, dado que el déficit iba en aumento al mismo tiempo que nuestro ahorro interno decrecía, una parte importante de estos recursos se destino a financiar consumo en vez de inversión.  Cuarto, la mayoría de los flujos que entraban al país eran de corto plazo.  Nuestro problema de fondo no era el tamaño de nuestra deuda externa, sino más bien la estructura temporal.

Esto significa que el crecimiento del déficit externo no era lo preocupante, sino más bien el hecho de que se descuidó el proceso del ahorro interno, aunado a que los instrumentos de financiamiento utilizados fueron en su mayoría de corto plazo.

Esta conclusión en sí no es nueva; la habíamos oído antes.  No obstante, lo interesante es lo que no se dice: el problema de fondo no era una sobrevaluación del peso.  En otras palabras, si hubiéramos instrumentado políticas de fomento al ahorro interno y hubiéramos ofrecido instrumentos de mayor plazo a los inversionistas extranjeros, no hubiéramos terminado en una devaluación tan trágica.

Quizás sería algo ingenuo afirmar que el tamaño de nuestro déficit en 1994 era sostenible.  Sin embargo, un ajuste en la política económica dirigida a disminuir el tamaño en sí ,podría haber sido posible, siempre y cuando el ahorro interno hubiera sido mayor.  En este sentido, el artículo de The Economist le está dando la razón al Gobernador Mancera y al Presidente Zedillo.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


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