jueves, 10 de agosto de 1995

Otra vez la Valuación del Peso

 

Pulso Económico


Otra vez la Valuación del Peso


Por: Jonathan Heath®


Se ha discutido mucho si conviene una sub o sobrevaluación del peso.  Algunos dicen que conviene una subvaluación para mantener una alta competitividad en nuestras exportaciones.  Otros han mantenido que conviene una ligera sobrevaluación, dado que ayuda a abatir la inflación.

Cuando el año pasado, el famoso profesor Rudiger Dornbusch escribió un articulo en el que señalaba que la sobrevaluación del peso no permitía a la economía mexicana crecer, muchos funcionarios públicos y analistas privados se volcaron sobre él y le lanzaron duras críticas.  En vez de escuchar y admitir que existían dos lados del debate, se trató de desprestigiarlo a como diera lugar.  ¿Cómo se atrevía a criticar la política cambiaria mexicana?

Me acuerdo muy bien de un artículo escrito en este sentido, por uno de los más prestigiados y tradicionales Departamentos de Estudios Económicos de uno de los bancos más grandes.  El artículo trataba de despedazar al mencionado profesor, a través de una argumentación muy sesgada. Seguramente algún directivo del banco giró instrucciones para que se lanzara el ataque.

Una y otra vez, el estudio de la economía brinda lecciones interesantes.  Hemos de aprender que en la mayoría de las ocasiones, siempre hay por lo menos dos lados de cada situación.  Casi nunca existe el absolutismo.  Aunque pudieran existir algunas argumentaciones en contra de la posición de Dornbusch, deberíamos haber escuchado más de cerca sus puntos de vista, con la mente mucho más abierta.

En 1988, Dornbusch comentó en uno de sus artículos que los economistas “tienen una larga historia de experiencias con malos resultados: sobrevaluaciones, gastos deficitarios, liberaciones excesivamente rápidas, financiamiento de fugas de capital, tasas reales de interés demasiado elevadas, proteccionismo excesivo y más.”  Aplicando sus comentarios a las experiencias mexicanas, nosotros hemos tenido bastante experiencia de malos resultados, empezando con varios casos de sobrevaluaciones.  Yo me acuerdo de por lo menos los de 1953-54, 1974-76, 1980-82, 1985 y 1992-94.  Hemos pasado por la experiencia del gasto público deficitario (1972-1988) y sufrido sus consecuencias.  Sin lugar a dudas, vivimos una etapa de proteccionismo excesivo antes de la apertura de 1987.  Han existido momentos en que hemos permitido las salidas de capital a través de una política monetaria menos restrictiva de lo que debería haber sido (el debate sobre este tema en relación al año pasado aún no concluye).  Hoy estamos viviendo los resultados de una liberación demasiado rápida.

Tenemos que estudiar bien estas experiencias para no volver a cometer los mismos errores, especialmente en materia de nuestra política cambiaria.  Siempre que hemos tenido un periodo de sobrevaluación, hemos buscado justificar la situación a través de diferentes argumentaciones:  No estamos sobrevaluados si tomamos el diferencial de salarios en vez del de precios con otros países. No estamos sobrevaluados porque están creciendo nuestras exportaciones.  No estamos sobrevaluados dado que nuestra productividad ha aumentado.  No estamos sobrevaluados si nos comparamos con una canasta de monedas, en vez de fijarnos únicamente en los Estados Unidos.  No estamos sobrevaluados si tomamos tal año como base en vez de este otro.  No estamos sobrevaluados porque nuestras reservas están creciendo.  No estamos sobrevaluados porque está entrando inversión extranjera al país.

Queda claro que ante una situación de sobrevaluación y subvaluación, es preferible estar subvaluado.  Sin embargo, también existen consideraciones para evitar una subvaluación sistemática.  Primero, una subvaluación provoca la compra de activos externos, lo cual no tiene sentido en un país con escasez de capital.  Tiene más sentido invertir en casa que en el extranjero. Esta política podría provocar un superávit en la cuenta corriente que serviría de base para financiar la exportación de capital privado.  En el menos malo de los casos, podría provocar una acumulación excesiva de reservas de divisas, que tendría un costo para el país.

Segundo, la subvaluación no necesariamente provoca más crecimiento, dado que estimula la inversión fuera del país.  Tercero, no estimula la competitividad, dado que el tipo de cambio lo sustituye.  Por último, el tipo de cambio real tiene una contrapartida en los salarios reales.  Un tipo de cambio subvaluado aumenta la rentabilidad del capital y castiga al salario.

En su experiencia comparando diferentes países en diferentes momentos, Dornbusch ha observado que en los países exitosos una cosa similar siempre ha surgido: estos países hicieron un compromiso para evitar cuellos de botella en el área de divisas, para prevenir que la economía creciera menos rápido o que se colapsara.  En otras palabras, se debería evitar siempre una sobrevaluación sistemática de nuestra moneda.

La subvaluación tiene sus recompensas, dado que mantiene una alta competitividad.  Sin embargo, no queda perfectamente claro que la subvaluación sea una política ventajosa.  Al final de cuentas, parece que un tipo de cambio real bien valuado es lo más aconsejable.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


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