martes, 1 de febrero de 2000

¿Globalifobia?

 

Pulso Económico


¿Globalifobia?


Por: Jonathan Heath®


El viernes pasado el Presidente Ernesto Zedillo acuñó un nuevo término para nuestro vocabulario al referirse a los que se oponen a la globalización como globalifóbicos.  A pesar de que presentó una serie de argumentos sólidos en contra del proteccionismo, no deberíamos descartar las inquietudes de quienes se oponen a la apertura total de las fronteras.

Nuestro Presidente abrió su discurso en la sesión plenaria del Foro Económico Mundial con una frase que pasará a la posteridad.  Dijo que los globalifóbicos “se están uniendo en torno a un propósito común: salvar a la gente de los países en desarrollo del desarrollo”.  Enseguida a argumentó cómo el proteccionismo daña más a la gente que busca ayudar.  Más bien, es la apertura de los mercados y la aceptación de un proceso inevitable que podrá brindarle más oportunidades a los pobres.

Si leemos el discurso completo, tenemos que admitir que contiene varios argumentos muy persuasivos que son los que los defensores de la apertura comercial han sostenido desde hace tiempo.  Sin embargo, también encontraremos un tono de exageración al descartar por completo las inquietudes de los globalifóbicos, tachándolos de ingenuos o cínicos.  Inclusive, llega a reducir los motivos esgrimidos por este grupo a “subterfugios retóricos para ocultar un mero proteccionismo”.

Antes que nada, confieso que simpatizo de entrada con la apertura comercial y la buena aplicación de las fuerzas del mercado, justamente por muchos de los argumentos vertidos en su discurso.  Sin embargo, me cuesta trabajo ir al extremo de defender la posición de que el mercado ofrece siempre las mejores soluciones.  La interacción de la oferta y de la demanda produce muchas veces costos (y beneficios) que no se logran incorporar adecuadamente al mecanismo de precios, algo que los economistas llamamos externalidades.  En muchos casos es necesaria la intervención del gobierno para dirigir, corregir o adecuar las fuerzas del mercado al bien colectivo de la sociedad.  No obstante, estas acciones se deben realizar con sumo cuidado por las distorsiones que puede causar y con un respeto irrestricto.

Por ejemplo, queda claro que el subsidio generalizado a la tortilla crea muchas distorsiones y una asignación ineficiente, ya que el precio reducido le llega a toda la sociedad, independientemente del nivel de ingresos.  En teoría, el programa Progresa podría ser superior ya que se canalizan los recursos escasos a quienes más lo necesitan.  Sin embargo, en la práctica este proceso no funciona y siempre habrá pobres que tendrán que consumir todavía menos.  Por lo mismo, es preferible pecar en exceso con el subsidio general pero a sabiendas que por lo menos comerán algo los más desafortunados.

El Presidente abarca el ejemplo de los “pretextos” ambientales contra el libre comercio y sostiene que “la integración económica tiende a mejorar el medio ambiente, no a empeorarlo”.  Primero, porque el crecimiento económico genera al menos una parte de los recursos necesarios para preservar y restaurar el medio ambiente.  Segundo, el libre comercio contribuye a que la gente exija un mejor medio ambiente.  Tercero, el incremento en oportunidades anima a la gente a abandonar ocupaciones marginales que suelen ser muy contaminantes.

Enseguida pone la experiencia mexicana como un buen ejemplo.  Dice que a medida que la economía se ha abierto, jamás hemos relajado las normas ambientales a fin de atraer nuevas industrias.  De hecho, las normas y su aplicación son ahora considerablemente más estrictas.  En los seis años del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, no se ha reportado ningún caso de una planta que se haya trasladado a México para huir de normas ambientales más estrictas.

Lo anterior es cierto sin lugar a dudas.  Pero en ello debemos reconocer el papel esencial que han jugado los grupos ecológicos globalifóbicos tanto en México como en Estados Unidos al ejercer su presión para incluir anexos completos sobre el tema.  Después de haberse concluido las negociaciones, el Congreso norteamericano tuvo que ceder ante estas presiones para incluir dos acuerdos adicionales, justamente de cooperación ambiental y laboral.  Estos acuerdos pusieron candados al mercado precisamente para evitar que las empresas se trasladaran a México para aprovecharse de un ambiente de relajación legal.  No fue el mercado tal cual el que evitó el abuso, sino la insistencia de los globalifóbicos para acotar los márgenes de acción a las empresas.

El mismo Presidente admite en su discurso que él “ni nadie podría afirmar que el solo acceso al libre comercio y la inversión basta para alcanzar un desarrollo sostenido y superar la pobreza.”  Por lo mismo, el gobierno necesita instrumentar políticas macroeconómicas sanas, además de proveer inversión en educación, salud e infraestructura.  Alegó, sin embargo, que la evidencia histórica del siglo pasado muestra claramente que los países que han aceptado la globalización son los que llegaron más rápidamente al desarrollo.

Esto último podrá ser cierto o no, pero la rapidez actual de la globalización, como consecuencia de los adelantos tecnológicos en comunicación y transporte, no nos ha permitido absorber los cambios en forma óptima.  Eventualmente, una mayor apertura redituará en mayor desarrollo.  El problema es que el transcurso del camino no es equitativo para todos y necesitamos recordarlo para acomodar de la mejor manera los desequilibrios generados.  Para esto último sirven los retractores como los globalifóbicos.

Estos grupos de presión tienen una función importante en el proceso inevitable de la globalización.  De entrada, contribuyen a la concientización de los puntos flacos y posibles repercusiones negativas.  Nos obligan a reflexionar y adecuar los caminos sobre la marcha.  Nos ayudan a establecer prioridades en el mismo gasto público.  Podemos no estar de acuerdo en las soluciones que proponen, ya que bien ponderadas resulta que pueden causar más problemas de los que pretenden resolver.  Sin embargo, esto no descalifica las inquietudes de fondo.  Sobre todo, debemos saber escuchar a los que no están de acuerdo.

Siempre nos podrán aportar algo.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


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