lunes, 12 de enero de 1998

¿Hecho u Opinión?

 

Pulso Económico


¿Hecho u Opinión?

Por: Jonathan Heath

El viernes pasado este periódico publicó una información que se puede calificar ciertamente de amarillista, al destacar en la primera plana de esta misma sección de negocios, la noticia de que el tipo de cambio alcanza una sobrevaluación de 4.5 por ciento.  En un artículo lleno de errores y opiniones disfrazados de hechos, se da la falsa impresión de que se está generando una nueva crisis al permitir de nuevo una sobrevaluación.
En primer lugar, cuando se presenta un número indicativo de la supuesta sub o sobrevaluación de la moneda, resulta muy importante advertir al público que existen diversas maneras de calcularla y que cada una produce un número distinto.  Por lo mismo, lo que se reporta como un hecho, realmente es una opinión que puede diferir bastante de un cálculo a otro.  Esto mismo hace que sea totalmente arbitrario el nivel de sobrevaluación.
Segundo, en el reportaje usan el año de 1985 como base para el análisis, lo cual es doblemente absurdo. Comparar el tipo de cambio de hoy en día con el que se registró en un año dado (en este caso 1985), equivale a decir que el correcto es el que existió en ese año.  Por lo mismo, cualquier desviación se puede interpretar como un desequilibrio.  El uso de 1985 es descabellado dado que fue un año anterior a la apertura comercial.  Esto equivale a decir que la apertura es totalmente irrelevante para el equilibrio del tipo de cambio.  Al mismo tiempo, durante 1985 hubo un devaluación, por lo cual es muy probable que el tipo de cambio de ese año no era de equilibrio, ni siquiera en ese momento.
La apertura comercial obliga a las empresas a hacerse más eficientes y productivas, con un mayor competitividad en sus exportaciones.  Por lo mismo, es previsible que el tipo de cambio se vaya a apreciar a través del tiempo cuando una economía abre su comercio a la competencia externa.  Compararnos con 1985 significa que se está ignorando el incremento en la productividad de las empresas.
Tercero, en el reportaje se refiere al nivel de equilibrio de la moneda cuando no existe una sobrevaluación.  Sin embargo, como en cualquiera otro mercado, el precio de equilibrio del mercado cambiario es aquel en el cual la oferta es igual a la demanda.  Si el régimen cambiario es de flotación, significa que el equilibrio es el que se observa día a día.  Si el tipo de cambio se incrementara artificialmente el día de mañana en 4.5 por ciento, habría un exceso inmediato de oferta de divisas, ya que los que poseen dólares buscarían cambiarlos por una cantidad superior de pesos.  Esto no sería un equilibrio, sino al contrario, provocaría un desajuste en el mercado.
No se puede hablar de un tipo de cambio sobrevaluado tan fácilmente cuando existen tantas percepciones diferentes.  Sabemos que existen analistas que opinan que esta forma de calcular la valuación “correcta” del tipo de cambio es adecuada.  Sin embargo, para evitar el amarillismo resulta muy importante recalcar que esta es una forma entre muchas para determinar la valuación de la moneda, que todas contienen una dosis de arbitrariedad, que existen diferencias de opinión muy marcadas y que no habría que confundir este cálculo con el concepto de equilibrio del mercado.
Por ejemplo, el mismo cálculo puede diferir al tomar distintos índices de precios, es decir si se tomaran los precios al productor en vez del consumidor.  También existen diferencias si es que se incluyen los precios de los bienes no comerciables o no.  ¿Cuál de todos los precios es el correcto para fines del cálculo?  La teoría no nos dice nada al respecto, por lo que es totalmente arbitrario.
Otra manera de variar la operación matemática es a través de la moneda o monedas contra las cuales nos vamos a comparar.  Se puede hacer un cálculo bilateral, comparando únicamente contra la de los Estados Unidos.  Sin embargo, también se puede tomar un promedio ponderado de las monedas de nuestros socios principales comerciales.  El Fondo Monetario Internacional realiza un cálculo utilizando todas las monedas del mundo con ponderaciones del comercio internacional.  Cada uno de estos cálculos resulta en un número diferente.
También puede variar el cómputo tomando el diferencial de salarios en vez del diferencial de inflación.  El Banco de México calcula la competitividad de la moneda a través del diferencial del costo laboral unitario, que toma en cuenta los salarios y la productividad media.  En base a esta visión, la moneda se encuentra actualmente subvaluada.
Si el Banco de México tomara en cuenta el cálculo utilizando el diferencial de precios entre México y los Estados Unidos, con precios al consumidor y con base en 1985, se llegaría a la conclusión de que tendrían que intervenir diariamente en el mercado de divisas comprando dólares.  Sin embargo, esta operación no se podría hacer simplemente por un periodo corto, digamos algunos meses, sino más bien habría que realizar estas compras casi en forma permanente.  Pero la intervención diaria significaría caer en un desequilibrio, ya que se está obligando a crear una demanda artificial de dólares.  Al final de cuentas, el resultado sería un tipo de cambio real que dificultaría el abatimiento de la inflación y una acumulación de divisas impresionante con un costo elevado.
Algunos analistas utilizan el deterioro de la balanza comercial como una prueba de esta supuesta sobrevaluación.  Sin embargo, para explicar el incremento en la demanda de importaciones, es preferible considerar la actividad económica que el tipo de cambio.  En términos de economista, es mucho más fuerte el efecto ingreso que el efecto precios.
En otras palabras, la aparición del déficit en la balanza comercial es el resultado inevitable del crecimiento económico.  Si el Banco de México pensara lo contrario y pusiera atención al cálculo simplista de la supuesta sobrevaluación del tipo de cambio, estaría comprando divisas constantemente, presionando los precios hacia arriba, pero sin poder disminuir el crecimiento en las importaciones.
Si el gobierno está preocupado por el crecimiento de las importaciones, tendrá que buscar alguna otra alternativa a la acumulación de reservas en forma indiscriminada.  Una opción es la desaceleración de la economía que no sería muy popular por sus efectos negativos sobre el empleo.  Otra opción sería el incremento en los aranceles a los bienes importados de países con los cuales no tenemos tratado de libre comercio.  Al final de cuentas nos enfrentamos a un dilema de política económica.
Dado que la política cambiaria es muy compleja y arroja efectos diversos, resulta importante reportar correctamente los hechos.  Por lo mismo, se debe tener mayor responsabilidad para comentar las diferentes apreciaciones sobre la valuación cambiaria.  Por lo menos, deberíamos exigir que se ponga más énfasis en la diferencia entre un hecho y una opinión, que se mencione siempre que existen diferentes formas de calcular la valuación cambiaria y que cada una es arbitraria.  De lo contrario caemos en periodismo amarillista.


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