lunes, 2 de diciembre de 1996

 Pulso Económico


El Empleo y la Responsabilidad del Estado


Por: Jonathan Heath


Sin lugar a dudas, el empleo ha sido, es y tiene que ser una de las preocupaciones principales de la sociedad mexicana.  Si todos tuvieran un empleo productivo y permanente, los problemas de pobreza y crimen, entre otros, tendrían una dimensión marcadamente menor.  El problema radica en el cómo generar los empleos requeridos.

Justamente fue este el tema de la Convención Anual del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), celebrada en Mérida la semana pasada.  Allí se estudio la problemática del empleo y desempleo en México, como mejorar las perspectivas de generación de empleo a través de mayor ahorro e inversión y el fortalecimiento de la oferta de empleo a través de la educación.

Uno de las interrogantes fue sobre la responsabilidad de esta generación.  ¿A quien o quienes les toca la responsabilidad de asegurar que la economía produce el número suficiente de empleos?  Para muchos esta es una función primordial de la empresa, y como consecuencia, del mercado.  Otros ven esta función principalmente en la empresa, pero alegan que el mercado no funciona perfectamente bien y por lo tanto, el gobierno debe de asumir la responsabilidad de fomentar el empleo y asegurar que las imperfecciones del mercado se corrigen.  Sin embargo, aun así existe una discrepancia de opinión.  Algunos ven el papel del gobierno limitado a regular el mercado laboral para asegurar un buen trato al trabajador, quizás complementado con algunas políticas generales que fomenten el empleo por parte de la empresa.  Pero otros alegan que el gobierno debería de asumir todavía una mayor responsabilidad y crear empleos en forma directa.

Parte del problema que se genera cuando el gobierno quiere crear empleos es el de la eficiencia.  Un buen ejemplo de este caso lo dio el Dr. Jerry Jordan, Gobernador de la Reserva Federal de Cleveland en los Estados Unidos:  Hubo un hombre de negocios que fue a China a vender maquinaria.  Al llegar, observa 100 chinos con palas construyendo una presa de lodo en un río.  El señor le comenta al capataz que esa presa lo podría construir una sola persona con una maquina.  El capataz le responde sorprendido que eso causaría mucho desempleo.  Entonces el señor entendiendo que se trataba de crear empleo, le responde, “entonces mejor en vez de palas habría que utilizar cucharas y poner a trabajar a mil chinos.”

Otra parte del problema esta relacionado con el financiamiento del trabajo.  Si el trabajo es productivo, se va a financiar por si solo.  Sin embargo, si el trabajo no es productivo y el gobierno lo va a sostener, entonces se están utilizando impuestos, lo cual significa que los que sí trabajan en ocupaciones productivas, estarán subsidiando a los demás.  Si una persona no tiene trabajo y como consecuencia el gobierno le empieza a dar un modo de subsistencia, no tiene ningún incentivo en encontrar una ocupación productiva y seguirá viviendo de los demás.

El problema no es trivial, ni se puede decir que se justifica desde el punto de vista moral.  Es un problema difícil de incentivos y de financiamiento.  En muchos países europeos que tiene programas de este tipo, sus gobiernos están buscando como reducir el apoyo y crear otro tipo de apoyos, que sean auto financiables.  Han encontrado que muchos jóvenes han optado por vivir del gobierno, sin hacer ningún intento por encontrar trabajo.  Inclusive algunos estudios señalan que el desempleo ha aumentado a raíz de los programas gubernamentales para buscan disminuir el desempleo o ayudar a los desempleados.

Hace seis o siete décadas, la intervención gubernamental en el mercado laboral era inusitado.  Simplemente se tomaba por dado que la creación de empleo le correspondía al mercado y a las empresas.  A raíz de la gran recesión de los años treinta, el economista ingles, John Maynard Keynes, señaló que el gobierno podría sacar a un país de una situación económica adversa a través de un mayor gasto gubernamental, dirigido a crear empleos.  Esta teoría lo aplicó con gran éxito el Presidente Roosevelt en los Estados Unidos unos años después.

Sin embargo, el tiempo ha demostrado que esta intervención puede funcionar únicamente en forma temporal y en situaciones extremosas como las que existían en esos tiempos.  Si el gobierno mantiene el programa de creación de empleos por mucho tiempo, empiezan a surgir problemas de eficiencia, de financiamiento y de incentivos equivocados.  Inclusive, si el gobierno recurre a un déficit en sus finanzas para financiar el programa, termina por crear inflación que neutraliza el impacto positivo sobre la economía.

La lección de esta experiencia no es necesariamente que el gobierno no debe ni puede crear empleo productivo.  Más bien lo que tiene que cuidar es no crear más distorsiones o problemas de los que quiere solucionar.  En la mayoría de los casos que un gobierno pone una regulación, subsidio o transferencia para corregir un problema económico, termina por crear otro problema mayor.  En este sentido se debe poner mucha atención a no crear distorsiones en el mecanismo de precios que pueda introducir una mala asignación de recursos.

Aunque no en todos los casos, resulta muy común observar regulaciones gubernamentales bien intencionadas que crean distorsiones en la asignación eficiente de recursos o en la posibilidad de crear más empleos.  En muchos casos, resulta mejor quitar las regulaciones para no crear trabas a la inversión productiva y posible creación de empleos.  Por ejemplo, el seguro social es una prestación importante para el trabajador, que le asegure una atención médica y una jubilación futura.  Sin embargo, es un costo adicional para el empleador.  Su existencia hace que muchas empresas no se registren ante el seguro para así minimizar sus costos y mejorar su eficiencia.  Esto repercute directamente sobre la recaudación del gobierno, que después tiene que reducir sus gastos en otras obras, aumentar sus impuestos, o bien, recurrir al gasto deficitario.

Si reduce su gasto, se pierde el beneficio de algún servicio.  Si recurre a un déficit, se crea más inflación que perjudica a todos.  Si sube los impuestos, simplemente se fomenta más la evasión.  ¿Cuál es el camino correcto?  Nadie abocaría por una eliminación de los beneficios del seguro social.  Este es precisamente el dilema de la intervención pública.

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